Spike avanzó por la calle atestada, las personas empujaban y maldecían a su alrededor mientras los vendedores ambulantes gritaban en todos los lenguajes del planeta desde cada extremo de la acera. El río humano avanzaba arrastrado en el frenesí propio de ese sector de la ciudad, todos querían algo con urgencia, todos tenían algo que comprar o un negocio para cerrar. Spike se movía con el ritmo de un experto: contestando cada invitación y cada oferta con el mismo gesto desinteresado que permitía que lo dejaran continuar sin insistir, esquivaba con facilidad los codazos, los paquetes, los niños y las cajas mientras contestaba cada mirada con una desinteresada sonrisa.
Los olores se mezclaban en el aire de la calle, encerrados por la atmósfera artificial, y los filtros inservibles, creando un coctel de sudor, almizcle, hierbas aromáticas, excremento y comidas de todo el planeta que se impregnaba en la ropa y el cuerpo por siempre, sin importar los tratamientos químicos o los baños antibióticos: “Nunca olvidas una visita al distrito Gibson” repetían con sarna los lugareños.
El ambiente enrarecido, casi irrespirable para quienes no estaban acostumbrados, hacía que los agentes de seguridad y los soldados llevaran cascos completos, que le daban a toda la escena ese ambiente post apocalíptico que Spike disfrutaba tanto. Por todo el techo brillaban avisos animados que ofrecían nuevos implantes eróticos, nanitas de feromonas, rifles automáticos, pistolas buscadoras, gases y venenos de diseño o la descarga gratuita de los códigos de acceso a la fortuna de un extravagante billonario del siglo 21. Algunos inclusive lograban atravesar el filtro de su receptor comlink y se proyectaban directamente sobre la avalancha de gente a su alrededor a través del módulo de realidad aumentada instalado directamente en su cerebro.
Spike estaba acostumbrado a ignorar el ruido, caminaba con un destino muy específico, pero sin dirección aparente mientras mujeres de piel azul o hermafroditas de 6 pezones aparecían como fantasmas sobrepuestos en un troll que cargaba un contenedor de desechos orgánicos hasta la cloaca, donde las mutaciones de peces de mar profundo y las sirenas Capri que no cabían por las rendijas, luchaban por no ahogarse en pequeños charcos de solución salina.
Algo enterrado muy profundo despertó en la mente de Spike y empezó a abrirse paso con garras afiladas través de las nubes de metanfetas y DUST que nublaban su conciencia, algo trepaba luchando con furia por las paredes de su cerebro que quería permanecer dormido.
El recuerdo surgió como una ráfaga: Jane respiraba con dificultad, la cara estaba sumergida en un charco de su propia sangre y el pelo ocultaba sus ojos, Spike se llamaba distinto entonces, algo brillaba en sus manos y corría por sus brazos, Jane estaba boca abajo y todo había salido mal.
El charco seguía creciendo, Jane tosía y se ponía cada vez más pálida mientras por el pasillo se escuchaban los propulsores de un dron que se acercaba, alguien gritaba a lo lejos sobre el fuego de los rifles automáticos llamándolo: ¿Sprike? ¿Pike? ¿Pain? ¿Stick? ¿Cuál era su nombre entonces?
Spike se acercó al desagüe y tomo una sirena entre las manos, aun se retorcía buscando desesperadamente el agua. Era pálida, de un color azul blanquecino, su cola tenía vetas rojizas y sus pequeños brazos unas manchas amarillas que parecían salpicaduras de pintura. Sus compañeros ya habían muerto, pero esta pequeña se rehusaba a cumplir con ese destino que le habían forzado por la garganta.
Había otros 5 cuerpos llenos de balas a su alrededor, el último en caer ya ni siquiera parecía humano, Jane susurraba su nombre con dificultad...¿Patch? ¿Pale? ¿PAchee? Spike levanto sus brazos y algo brilló en la oscuridad de la bodega, el dron que acababa de entrar explotó y a lo lejos sonó una nueva alarma. Sabía que era el próximo, sabía que había más drones y que lo encontrarían, sabía que Jane estaba muerta aunque la sacara de ahí, sabía que la misión había fracasado.
No se acercó, no la cargó hasta la salida, no le apartó el pelo ensangrentado para darle un último beso, no lloró, no cazó a sus asesinos ni vengó su muerte. Corrió sin mirar atrás, saltó la reja de seguridad del almacén y se lanzó por el pozo del ascensor de servicio hasta el sótano, esa parte del plan fue la única que salió bien.
-Eres un superviviente, amigo, no mereces morir en una alcantarilla…y yo tampoco. Creo que ya sé cómo llamarte.-
Spike recogió un poco de solución salina en un contenedor desechado e introdujo a la sirena, que poco a poco recuperó su color.
-Te llamarás Patrick.-