Reglas

1. Las entradas deben ingresarse terminadas, hasta las 12:00 de la noche del miércoles de cada semana.

2. A partir de la fecha de publicación, los miembros del blog deben comentar en cada entrada, con impresiones, consejos y correcciones (de ser necesarias) hasta el viernes de la semana de publicación.

3. El autor de la entrada debe hacer los ajustes que sean pertinentes antes del siguiente miércoles, fecha en la que debe publicar su nueva entrada.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cantos de sirena

Spike avanzó por la calle atestada, las personas empujaban y maldecían a su alrededor mientras los vendedores ambulantes gritaban en todos los lenguajes del planeta desde cada extremo de la acera. El río humano avanzaba arrastrado en el frenesí propio de ese sector de la ciudad, todos querían algo con urgencia, todos tenían algo que comprar o un negocio para cerrar. Spike se movía con el ritmo de un experto: contestando cada invitación y cada oferta con el mismo gesto desinteresado que permitía que lo dejaran continuar sin insistir, esquivaba con facilidad los codazos, los paquetes, los niños y las cajas mientras contestaba cada mirada con una desinteresada sonrisa.

Los olores se mezclaban en el aire de la calle, encerrados por la atmósfera artificial, y los filtros inservibles, creando un coctel de sudor, almizcle, hierbas aromáticas, excremento y comidas de todo el planeta que se impregnaba en la ropa y el cuerpo por siempre, sin importar los tratamientos químicos o los baños antibióticos: “Nunca olvidas una visita al distrito Gibson” repetían con sarna los lugareños.

El ambiente enrarecido, casi irrespirable para quienes no estaban acostumbrados, hacía que los agentes de seguridad y los soldados llevaran cascos completos, que le daban a toda la escena ese ambiente post apocalíptico que Spike disfrutaba tanto. Por todo el techo brillaban avisos animados que ofrecían nuevos implantes eróticos, nanitas de feromonas, rifles automáticos, pistolas buscadoras, gases y venenos de diseño o la descarga gratuita de los códigos de acceso a la fortuna de un extravagante billonario del siglo 21. Algunos inclusive lograban atravesar el filtro de su receptor comlink y se proyectaban directamente sobre la avalancha de gente a su alrededor a través del módulo de realidad aumentada instalado directamente en su cerebro.

Spike estaba acostumbrado a ignorar el ruido, caminaba con un destino muy específico, pero sin dirección aparente mientras mujeres de piel azul o hermafroditas de 6 pezones aparecían como fantasmas sobrepuestos en un troll que cargaba un contenedor de desechos orgánicos hasta la cloaca, donde las mutaciones de peces de mar profundo y las sirenas Capri que no cabían por las rendijas, luchaban por no ahogarse en pequeños charcos de solución salina.

Algo enterrado muy profundo despertó en la mente de Spike y empezó a abrirse paso con garras afiladas través de las nubes de metanfetas y DUST que nublaban su conciencia, algo trepaba luchando con furia por las paredes de su cerebro que quería permanecer dormido.

El recuerdo surgió como una ráfaga: Jane respiraba con dificultad, la cara estaba sumergida en un charco de su propia sangre y el pelo ocultaba sus ojos, Spike se llamaba distinto entonces, algo brillaba en sus manos y corría por sus brazos, Jane estaba boca abajo y todo había salido mal.

El charco seguía creciendo, Jane tosía y se ponía cada vez más pálida mientras por el pasillo se escuchaban los propulsores de un dron que se acercaba, alguien gritaba a lo lejos sobre el fuego de los rifles automáticos llamándolo: ¿Sprike? ¿Pike? ¿Pain? ¿Stick? ¿Cuál era su nombre entonces?

Spike se acercó al desagüe y tomo una sirena entre las manos, aun se retorcía buscando desesperadamente el agua. Era pálida, de un color azul blanquecino, su cola tenía vetas rojizas y sus pequeños brazos unas manchas amarillas que parecían salpicaduras de pintura. Sus compañeros ya habían muerto, pero esta pequeña se rehusaba a cumplir con ese destino que le habían forzado por la garganta.

Había otros 5 cuerpos llenos de balas a su alrededor, el último en caer ya ni siquiera parecía humano, Jane susurraba su nombre con dificultad...¿Patch? ¿Pale? ¿PAchee? Spike levanto sus brazos y algo brilló en la oscuridad de la bodega, el dron que acababa de entrar explotó y a lo lejos sonó una nueva alarma. Sabía que era el próximo, sabía que había más drones y que lo encontrarían, sabía que Jane estaba muerta aunque la sacara de ahí, sabía que la misión había fracasado.

No se acercó, no la cargó hasta la salida, no le apartó el pelo ensangrentado para darle un último beso, no lloró, no cazó a sus asesinos ni vengó su muerte. Corrió sin mirar atrás, saltó la reja de seguridad del almacén y se lanzó por el pozo del ascensor de servicio hasta el sótano, esa parte del plan fue la única que salió bien.

-Eres un superviviente, amigo, no mereces morir en una alcantarilla…y yo tampoco. Creo que ya sé cómo llamarte.-

Spike recogió un poco de solución salina en un contenedor desechado e introdujo a la sirena, que poco a poco recuperó su color.

-Te llamarás Patrick.-

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El papel que jugamos

El río Atrato de tiñe de sangre.

Sala de redacción

redacción@elespectador.com

@redaccionespc-col


Tras los reportes de una masacre de, al menos, 150 personas en el asentamiento de Santa Cecilia, jurisdicción de Bellavista, que fueron puestos en conocimiento de este periódico por la Fundación EOT y representantes de la iglesia Católica en la región, enviamos un equipo especial de reporteros para verificar la información.

El poblado de Santa cecilia es una pequeño asentamiento pesquero ubicado entre los departamentos del Choco y Antioquia, a orillas del río Galpes, cuyo cause termina al unirse con el Yamaral, para desembocar finalmente en el río Atrato.

Según versiones de testigos, conocidas por nuestros enviados especiales a la región, un comando de unos 50 hombres fuertemente armados pasaron por el poblado Río Sucio, que queda a unos 3 días de camino de Santa Cecilia, algunos testigos aseguran que tras detenerse en el puesto de la Infantería de Marina, donde se quedaron una noche, siguieron en dirección al pequeño caserío pesquero a la madrugada del otro día.

La información oficial, divulgada al respecto en un comunicado de prensa, por parte de la División Conjunta del Ejercito, asegura que no se han reportado incidentes en ese sector del territorio en los últimos meses. Al ser consultado durante la rueda de prensa convocada por la inauguración de la nueva flotilla de lanchas rápidas del Atlántico, el almirante Felipe Ríos, comandante de la fuerza naval, dijo que “a pesar de que la presencia paramilitar es abundante en la región, la Infantería de Marina no apoya de ninguna forma a estos grupos al margen de la ley y que por el contrario los combate en todo el territorio nacional, arriesgando a diario al vida de sus hombres para asegurar la tranquilidad de los ciudadanos”.

Una vez en Río Sucio, nuestros periodistas realizaron entrevistas con pobladores y miembros de la parroquia, cuyas declaraciones confirmaban los testimonios iniciales dados a conocer a la unidad investigativa del periódico. Estos mismos testimonios fueron refutados por el oficial a cargo de la base naval ubicada a las afueras del pueblo, en las orillas del río Yamaral, el oficial a cargo, el teniente Juan Fernando Hincapié, afirmó que en los últimos meses no se han reportado incidentes y que él, personalmente, estuvo hace poco más de 8 días, en el caserío conocido como Santa Cecilia, encontrándolo abandonado, según él, debido a una inundación. Sin embargo y ante la insistencia de un miembro de la población que afirmaba que no sabía nada de su familia la cual vivía en Santa Cecilia desde hacía más de 15 días, el equipo decidió verificar la información dada por el teniente Hincapié adentrándose río arriba, pero la negativa por parte de los mandos militares de facilitar permisos y escolta, impidió que dicha verificación de los hechos fuera posible, por lo que los periodistas decidieron esperar en el poblado un permiso que según el teniente, debía tramitarse en el comando central de Buenaventura.

Durante su estancia en Río Sucio, nuestros enviados descubrieron que a pesar de las afirmaciones del Teniente encargado de la base naval y del propio comandante de la pequeña estación de policía, al menos un hecho de violencia extrema sucedió en ese sector hace cerca de 2 semanas, dentro del propio casco urbano de Río Sucio y que exhibe métodos similares a los usados por los paramilitares en sus masacres.

En una pequeña casa ubicada a solo 15 minutos del centro del pueblo fue encontrada una familia descuartizada, el interior de la casa mostraba señales de lucha, con cortes al parecer de machete y disparos en sus paredes, sillas y demás enseres, además, por lo que pudieron investigar nuestros periodistas, se escucharon gritos y lamentos durante toda la noche. Los lugareños atribuyen este suceso a fuerzas sobrenaturales debido a la mala reputación del hombre muerto y la policía ha cerrado el caso atribuyéndolo a una venganza entre criminales, pues en su casa fueron encontradas joyas y otros elementos valiosos que al parecer había robado con violencia dadas las manchas de sangre y trozos de carne encontradas en varios de ellos.

Finalmente, después de más de 8 días de espera e intentos infructuosos por llegar a la población de Santa Cecilia, nuestro equipo decidió volver a la capital sin ninguna confirmación de los hechos violentos que nos aseguran sucedieron hace más de 20 días sin embargo, hasta la fecha de cierre de está edición, ninguna autoridad se ha manifestado por las más de 150 personas que aun permanecen desaparecidas y de quienes al menos un testigo, quien no quiso revelar su identidad, asegura haber visto masacrados y cortados en pedazos en un claro a la orilla de un río cuyas aguas desembocan en el Atrato.

Fight hard, run fast. Die with a gun in your hands. (II)

Run Fast
Todo pasó rápido. Un par de Arenas, otro par, otro par y otros cuatro. En un abrir y cerrar de ojos, Halle, Marrón, el orco y yo, estábamos en el apartamento de Marrón. El piloto automático nos había llevado pues ninguno estaba en estado de hacer nada. Halle en realidad había hecho buena onda con el orco, Marrón con esa actitud pasivo-agresiva, en verdad me tenía volando y sólo quería follarmelo. Halle parece que quería lo mismo con el orco. El orco sin duda con Halle, y conmigo si se lo permitiera. Y Marrón, bueno, Marrón tenía fama de llevarse a su cama cualquier cosa que pudiera. Así que un par de BADs y era de esperarse que terminaríamos los cuatro enredados en algún rincón del apartamento de Marrón.
Nos sentamos en unos sillones en la sala. Un ventanal grande con vista a todo el oeste de Redmon. Un par de rascacielos. Una estación de monorriel. Al fondo el movimiento típico de la metroplex a esta hora: atestado de gente. Las tres de la mañana eran iguales a las tres de la tarde. Luces por todo el paisaje visual. Al frente, Halle sentada en las piernas del orco y a su vez el orco con una mano en su culo y otra en su espalda. Marrón no paraba de decirme guarradas en mi oído y debo confesar que más de una lograba captar mi atención. Feathered estaba al otro lado del commlink esperando la señal adecuada para entrar y ejecutar el plan. Sin embargo, Halle debía hacer una movida primero.
-Juguemos un juego.
-Marrón es muy bueno con cualquier juego, le respondí a Halle.
-En este, todos ganamos.
Mientras respondía Halle sacaba de su bolso una cuerda sintética que podía alargar y alargar a su antojo, incluso podía cortarla donde quisiera y los nuevos trozos también tenían esa virtud. Lo último en bondage, gadgets eróticos del siglo XXI. Al desenrollar (a falta de un mejor verbo), los polímeros de las ropas de Halle se iban contrayendo, oscureciendo y apretando. Cinco minutos después Halle se había transformado en una imponente figura sexual de 1.82, piernas gruesas torneadas, un traje ceñido, mallas y dos cuerdas largas. El orco no podía evitar mirarla fijamente, la dilatación de su pupila y, sobre todo, de su entrepierna dejaba ver de manera transparente sus intenciones. Por su parte, Marrón cambiaba su foco de atención, de el culo de Halle a mis tetas que lograban ser más llamativas de lo normal después de un ajuste textil no tan grande como el de Halle pero que valía la pena para el momento.
Marrón no pudo evitar sorprenderse cuando Halle comenzó a atar los brazos del orco. Yo no contuve una sonrisa larga cuando el orco con los ojos desviados y dócil le entregaba sus muñecas para que comenzara a hacer el primer nudo. Halle tenía cierta habilidad en el asunto, seguramente lo había aprendido en sus noches en los clubes góticos del sur de Everett cerca a Lago Escaramuza. Paso una cuerda doblada alrededor de las muñecas y tomo los dos extremos para pasarlos por el ojal que quedaba, así aseguro sus manos sin que el orco se preocupara mucho al no haber aún ningún nudo. Luego fue pasando la cuerda en zigzag por entre los brazos, mientras le obligaba a extenderse sobre el suelo y le pasaba las piernas por encima permitiéndole que viera su coño y besara sus pantorrillas.
Por mi parte me acerqué a Marrón. Me hice atrás, le agarré la verga y con la otra mano comencé a pasar la cuerda restante entre sus piernas. Temí verme muy torpe, pero quien hacía el espectáculo era Halle, yo sólo estaba amarrando a un tipo y para eso no se necesitaba mucho arte. Quince minutos después, el orco estaba al fondo, atado de pies y manos mientras sorbía los fluidos de mi amiga y Marrón estaba arrodillado, brazos atrás, pies atados y lo único que podía hacer era lamerme el culo y el coño que poco a poco le ofrecía.
-Pi ri ri ri rí ri ri ri ri ri rí.
-¿En serio, amiga? ¿Lambada?
Sabía que era Fee. No contesté. No así. Si sólo pudiera esperar diez minutos más allá afuera. Sé que Halle lo agradecería también. Así que dejé pasar la llamada. La muerte de Marrón podía esperar. Una corrida. Al menos una rápida.

Un día distinto. Parte I

Esa mañana se levantó deseando que todo fuera distinto. Y por eso decidió no hacerlo por el lado derecho de la cama como todos los días hacía, sino dar su primer paso desde el lado izquierdo. Con este sutil detalle inició un día radicalmente opuesto a todos los demás. No se hizo el café obscuro que siempre acostumbraba tomar al levantarse de la cama, en vez, se tomó un vaso de limonada extremadamente ácida. Pensó que eso le satisfacería, estaba cumpliendo con el pensamiento con el que se había despertado ese día. Aún así extrañó mucho el sabor tostado del café matutino. Sin embargo sabía que no podía caer en lo cotidiano, que tenía que romper las estructuras que durante varios años se había autoimpuesto y a otras tantas a las que había cedido por la presión de otros.

Como hoy va a ser un día totalmente distinto, definitivamente no iré al trabajo - pensó. Y así fue. En un día común y corriente habría tenido que tomar un ducha de pocos minutos, acicalar el bigote, afeitar la sombra de la barba, cepillarse los dientes, aplicar el enjuague bucal, tomar el uniforme del día y salir corriendo, pues como siempre ya le habría cogido la tarde para ir a trabajar. Pero este día no. En este día no hizo nada de eso. De hecho disfrutó mucho el conservar la barba y mantener desordenado su bigote. Saboreó el mal aliento producto de una noche de sueño. Y finalmente decidió mantenerse vestido con la pijama.

Creyó que quedándose en la cama rompería con esas rígidas costumbres que llevaba, sin embargo se había caracterizado por  una personalidad hiperquinética durante toda su vida, por lo que al cabo de un rato en cama manteniendo una posición horizontal en la misma se sintió perturbado. Ni siquiera la voluntad de ese día pudieron aplacar sus instintos más primarios. Por lo tanto necesitó proponerse una nueva actividad, algo distinto, que no formara parte de su rutina.

Se dedicó a realizar una ritual del que desde hace varios años no participaba. Se armó de escoba, recogedor, trapero y un plumero y se dispuso a realizar el aseo de la casa. Antes de ese día le había encargado esa tarea a alguien más a cambio de unos centavos. Sin embargo ese día decidió que para romper su rutina, practicar una actividad como esta, de la que no participaba desde que era niño, lo pondría en camino de cumplir con su cometido inicial.

Hasta ese momento no se imaginaba, ni recordaba lo extenuante que podría ser esa faena, aún así gozó y disfrutó cada una de sus partes, desde sacudir el polvo aposentado por años en cada uno de los rincones de la casa, pasando por barrer hasta los rincones más obstruidos, hasta trapear y enjuagar una y otra vez el trapero, para finalmente obtener lo que esperaba, un casa como la que se suele ver en las películas de cine o en la televisión: sin un sólo rincón asolado por el polvo, el mugre o la suciedad. Al final se sintió orgulloso de si mismo, había conseguido salir de la rutina y dedicarse a algo totalmente distinto. Sin embargo el gusto a victoria cesó tan rápido como el aroma a café recién hecho. Después de un par de minutos se sintió frustrado y deprimido al verse prácticamente en lo mismo. Si bien se había dedicado a una actividad que no practicaba hace mucho, no lo sacaba enteramente de su rutina, al fin y al cabo semana tras semana se tenía que preocupar por lo mismo, coordinar quién, cómo y dónde hacer aseo, lo único que había cambiado en esta ocasión era el quién.

Decidió sentarse en el sillón, tomarse un minuto y pensar. ¿Qué podría hacer que me sacara de esta amarga rutina?, era la única idea que le atravesaba la mente.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La muerta y Los muertos

-Perdóneme Padre porque he pecado, han pasado ya 2 años desde mi última confesión…

-¿Por qué hace tanto que no te confiesas hija?

-Tuve muchas cosas que hacer padre, cosas que no podían esperar y el Padre Efraín, de mi pueblo ya no estaba disponible…

-¿Efraín? ¿Efraín García?

-Sí Padre.

-¿Tú eres de Santa Cecilia?

-Sí Padre.

-Y ¿cómo conocías a Efraín hija? Si se puede saber...

-El Padrecito Efraín me bautizó, me ayudó a hacer la primera comunión, me confirmó, fue el que me casó, el que le leyó los santos oleos a mi bisabuela, era el que iba a bautizar a mi hija…

-Y tú ¿quién eres hija?

-Yo era una campesina Padre, a veces era pescadora, esposa, casi soy mamá…ahora no soy nada de eso.

-Cuéntame tus pecados hija y deja al Señor juzgarte y perdonarte.

-No sé por dónde empezar Padre, son muchos.

-Tranquila, estoy seguro que no son tantos, empieza por el primer pecado que cometiste después de tu última confesión, lo recuerdas?

-Sí Padre, lo recuerdo.

-¿Cuándo fue?

-Hace casi 2 años.

-¿En serio? Bueno, cuéntamelo, desde el principio.

Recuerdo el barro, la lluvia de la selva, recuerdo que las botas que tenía puestas me quedaban grandes y me lastimaban los tobillos cuando se me salían los pies, recuerdo las huellas que estaba persiguiendo, como Mincho me había enseñado a perseguir a las Guaguas para cazarlas, recuerdo mi pelo lleno de sangre que se me escurría por la cara, recuerdo el peso de la escopeta de mi papá y que caminé 3 días antes de desmayarme.

-No te entiendo hija, ¿a quiénes seguías?,¿ a una guagua? Eso no es ningún pecado…

No padre no seguía a ninguna guagua. Cuando me desperté había dejado de llover y yo estaba tirada en un pastizal al lado de una laguna, pude tomar agua y comerme un par de pescados antes de seguir pero ya las huellas se habían borrado, entonces nada más pude seguir hacía donde iban antes, derecho, derecho, cual magdalena que llora al Cristo, como decía el padrecito Efraín.

-Sí así decía, lo recuerdo, nunca entendí po…

Después de 3 días llegué a Río Sucio, que queda por el río Yaramal, me acosté en una banca del parque y me quedé dormida abrazando la escopeta de mi papá hasta el otro día cuando me despertó una abuela que me chuzaba con un palo. Cuando me vio despierta me ofreció un pan y una taza de aguapanela, después me ofreció una ruana vieja y un costal para guardar la escopeta y que no me la quitara el ejército, el rato que me habló me preguntó muchas cosas pero yo no pude responderle, cuando abría la boca solo me salía un sonido como el que hace un gato cuando se está muriendo, entonces ella tenía que hablar por las dos, me contó que la hija que se le había muerto se parecía a mí, también me contó que hace poco el vendedor de cigarrillos había vuelto de Santa Cecilia y había contado que de todos los que vivían allá solo habían dejado una montaña de pedazos en la mitad del pueblo, me contó que desde el día que el vendedor de cigarrillos había vuelto se le podía oír gritar todas las noches por las pesadillas de lo que vio.

Cuando el sol ya estaba bien arriba la señora se despidió y me regalo un billete de 2 mil y un escapulario. Las manos y los píes me temblaban y los ojos me ardían, después de un rato empecé a sentirme desesperada, no sabía qué hacer, no sabía para dónde ir, entonces cuando ya estaba oscuro decidí que me iba a mi casa, con mi abuela, con mi mamá, con mi papá, con mis hermanos, con mi hijo y con Mincho, me paré ir hasta el río y dejarlo que me llevara a donde estaban todos, cuando lo escuché riéndose. Quedé congelada por un segundo, traté de buscarlo con la mirada, pero el cuello no me respondía, entonces empecé a temblar de verdad, los dientes me sonaban y el corazón se me quería salir por la boca pero no me podía parar de la banca, era como si estuviera clavada.

Cuando él pasó frente mío ni me miró, yo estaba apretando tan duro los puños que ya no sentía las manos. Apenas pude lo seguí hasta una casa saliendo del pueblo. Entonces empezó a llover como llueve en la selva: sin aviso ni misericordia. Me metí en un matorral y lo busqué hasta que lo vi por una ventana, vi como una mujer le servía la comida y vi como un niño se le sentaba en las piernas y entonces se volvió a reír y su risa me supo a sangre Padre, a sangre y gasolina, esa era la música que yo quería enseñarle, la que quería que gritara hasta que se le estallara el pecho.

Le apunté con la escopeta a la cabeza como me enseñó Mincho, las manos me temblaban, las piernas se me doblaban, yo sabía que los perdigones le iban a dar al niño y a la mujer y no me importó, cuando lo tuve en la mira cerré los ojos y apreté el gatillo.

Choque de copas

"Sólo en aquellas cosas que nos conciernen más profundamente

mentimos claramente y con profunda convicción".

-Michael Moorcock, Elric de Melniboné


Tlín, Tlín, Tlín.

“¡Quiero hacer un brindis por los novios!”. Dijo Alek alzando su copa mientras miraba fijamente a León. El recinto quedó en silencio y desde el fondo Magdalena podía ver cómo León se mordía un labio. “Sí, quiero hacer un brindis porque ella lo merece”. Hizo una pausa y pasó su mirada por todos los ojos del recinto. Todos callaron, pero era fácil suponer que a la vez todos estaban tratando de predecir qué haría Alek.

Veinte días atrás, Magadalena le había sugerido a la Novia que no invitara a Alek. “Es una osadía”, le decía. “Él debe estar”, replicaba ella. Magdalena no podía creer que su hermana fuera tan insensata, Alek había intentado asesinar a León cuando habían hecho público su compromiso. Someter a León, a Alek, a ella misma y a toda la familia a un encuentro tan tenso solo podía explicarse por el carácter provocador y conflictivo que la Novia exhibía desde mucho antes de ser tal.

Magdalena podía recordarlo como si hubiera sucedido la noche anterior. Sus padres organizaron una reunión social invitando a familiares, amigos y colegas. La sala de la casa de los padres era muy grande, al menos unas cuarenta personas estaban ahí reunidas. El asunto había sido muy polémico y las versiones diferían enormemente. Helena, por ejemplo, había narrado como Alek preso de la furia había saltado a la mesa llevándose por delante a todos los hombres de la fiesta que intentaban detenerlo y ahí arriba se había abalanzado contra León. Dorotea, por otra parte, contaba una versión muy sutil, Alek había llegado temprano y al colarse en la cocina logró aplicar un poco de veneno en –la que pensaba- era la comida de León. ¿Cómo podían diferir tanto las historias? El lector no podrá saberlo, ni siquiera nosotros mismos desde nuestra privilegiada posición de narradores. Lo que había quedado claro era que Alek era un peligro para León. Y así se lo hizo saber León a la Novia en su debido momento. Ella le juró que tal cosa no volvería a suceder. “Tampoco volvería a intentarlo si hubiera tenido éxito –dijo León- un intento de asesinato, de lograrse, no se repite”.

La Novia, no queremos que se malentienda, ama a León. Pero tiene esa extraña relación con Alek que impide que se desate completamente de él. No necesita que Magdalena se lo recuerde para tener presente que Alek siempre estará orbitando a su alrededor, sólo esperaba que los primeros años de su matrimonio tal cuerpo estuviera en su afelio. Cerró sus ojos y se concentró. Juntó todo su pensamiento en Alek hasta que sintió que lo tenía tan cerca como para susurrarle. Y así lo hizo, “Debes dejarme ir”. Lo repitió hasta que despuntó el alba y el sol comenzó a entrar por el ventanal del cuarto. La tibia mañana le permitía ver los rasgos fuertes del rostro de León, así que dejó de pensar en Alek. Debían existir límites.

“He sido un tonto en el pasado. Y sólo puedo excusarme declarándome víctima de una tremenda debilidad en mi voluntad”, comenzó Alek su brindis. “Esta será la última vez que me dirija a León y su Novia. Así que intentaré hacerlo de la mejor manera. Como todos sabrán, conozco a la Novia desde que era pequeña, recuerdo como jugueteaba entre mis piernas mientras yo intentaba caminar. Recuerdo también cómo le mostré por primera vez qué era un jaguar y qué un sinsonte. La recuerdo aprendiendo a volar de mi mano, visitar lo más profundo de los acantilados del sur. La recuerdo sintiendo la brisa de la mañana en su rostro y soltando sonoras carcajadas por cualquier bobería que dijera. Sin embargo –dijo mientras comenzaba a caminar hacia ellos- no la recuerdo tan feliz como esta noche”.

Sus movimientos pausados y aparentemente calculados dejaron helados a todos. Tres de los hombres más grandes y fuertes presentes no dudaron en dar un paso hacia adelante. Magdalena pensó que su madre iba a caer desvanecida así que le pasó un brazo por detrás. Alek ya estaba a unos tres pasos largos de León y la Novia. “Y esa sonrisa, León, es a la vez prenda de pago y juramento. El desafío se lanzó y tú lo ganaste. He ahí tu premio. ¡Qué no se apague jamás! He ahí tu promesa”. Ahora Alek estaba sólo a un paso. “Jamás volveré a desear tu muerte. Pues ahora tu vida no sólo te pertenece a ti o a mí. Te respetaré como respetaría a su mascota menos amada”. Dijo antes de clavar su mirada en la Novia. Y así, con la mayor de las destrezas Alek chocó su copa con la copa que levantada tenía León. Pero no le miró. “Y a ti. Lo mejor de mí” y al decir esta última frase inclino su tremenda figura hacia adelante y besó la frente de la Novia. Esa noche, sabía Magdalena, Alek había dicho tres mentiras. Una mentira sobre su voluntad, una sobre lo que haría con León y otra sobre lo que prometía de sí a la Novia. Mentiras que acallaban tormentas.

martes, 13 de diciembre de 2011

Para un profe frustrado de otro no tanto. Respuesta a Camilo Jiménez

Hace unos días Camilo Jiménez, Profesor de  Comunicación Social de la Universidad Javeriana, renunció a su cátedra, argumentando que la incapacidad de sus estudiantes para escribir un párrafo lo frustraba. Básicamente, el profesor Jiménez en una emotiva carta publicada en el diario EL TIEMPO, nos cuenta una triste historia en la que a lo largo de un semestre intentó que sus estudiantes, de entre tercer y octavo semestre, escribieran un resumen de un texto el cual no sobrepasara la extensión de un párrafo. Al final del semestre no consiguió cumplir con éxito su labor, ni mucho menos avanzar en los demás contenidos de la clase. Así pues la decepción y la sensación de fracaso llevaron al profesor Jiménez a abandonar su profesión de docente y dedicarse a un retiro adelantado.

Lastimosamente, y en pocas palabras, la docencia es así: una suerte de avatares entre un grupo de muchachos totalmente desinteresados por lo que hacen, les hacen o pueden llegar a hacer en el ámbito académico. Tal cual como Camilo Jiménez lo describe son unos "nativos digitales" que no conocen la soledad ni la introspección. Viven en la imperante necesidad de sentirse escuchados, como si eso les confirmara que existen. Y si quisiera podría sentarme a elaborar un lista larga, bastante larga (de hecho), de las varias dificultades que encuentro como docente entre mis estudiantes y en general entre los jóvenes, por lo menos, de Cali.

Sin embargo, no es tanto la actual situación de los jóvenes lo que me sienta a escribir esto. Más bien lo que me suscita una gran impresión y que posteriormente me llevó a la reflexión fue la consecuencia que produjo esta situación en Carlos Jiménez, un profesor universitario que renuncia a su cargo a causa de sus estudiantes. Justo después de leer su comunicado lo primero que se me vino a la cabeza fue lo envidiable de su situación: el poder renunciar a mi labor como docente sin sentirme medianamente angustiado por el qué voy a hacer de ahora en adelante para llevar la comida a la mesa o complacerme de vez en cuando cualquier gusto que se me ocurriera. Porque de hecho !Sí!, los jóvenes (y sobre todo en el ámbito pre-universitario), son irritantes, angustiantes, desalentadores y en muchos aspectos son los culpables de una que otra cana. Dentro de esa lógica uno podría decir que lo más sensato para hacer, inmediatamente haya la oportunidad, es dar un giro de 180º respecto al ejercicio de la docencia y practicar una heroica retirada para sacudirse de esa tortura.

Sin embargo, después de haber superado el éxtasis que produce una masturbación mental como esa, toca volver a la realidad. En ese proceso caí en la cuenta de que esto de la docencia no es tan malo. Por lo menos no tanto como lo dibuja Camilo Jiménez. Si bien es cierto que hay una gran dificultad de comunicación con los estudiantes, y es totalmente cierto que se presentan escenarios frustrantes en los que no hay forma de concebir un camino que lo lleve a uno como docente a enrutar en la dirección que uno desea a sus estudiantes. Existen muchos otras cosas que llenan a los profesores de gozos y satisfacciones.

El difícil y arduo camino de buscar la manera más práctica, eficiente, directa y molida para que lo que queremos de una clase se cumpla, en ocasiones nos pone en grandes diatribas. Sin embargo, el placer de la docencia radica en eso. Buscar la manera de crear puentes que conecten generaciones que a veces se ven tan distantes, profesores - estudiantes, para que los unos y los otros lleguen a un feliz término de la relación que establecen, es algo muy satisfactorio. 

Por eso, estoy totalmente seguro de que el profesor Jiménez se equivocó en dos cosas. Primero, subrayar sobre la incapacidad de sus estudiantes para elaborar un párrafo no demuestra más que no agotó el derrotero de herramientas que tiene uno como docente para tocar a un estudiante, y que de una u otra forma el joven tenga la posibilidad entablar un diálogo horizontal en esa relación. Segundo, es claro que Camilo Jiménez se encontró con una vía ciega cuando intentó llevar a cabo el ejercicio que proponía, y que esto sumado con un par de semestre anteriores que venían mellando su espíritu docente lo empujaron a tomar una decisión, que a mi juicio fue apresurada, lo pone en evidencia como un sujeto con poca flexividad pedagógica  para acomodarse a escenarios que definitivamente no son estáticos. Los jóvenes de hoy no son los mismos que los de hace 10 años, por miles de razones, de igual manera que los jóvenes de dentro de 10 años serán radicalmente distintos a los de hoy. 

Para finalizar propongo el siguiente cuadro. Supongamos que tenemos una máquina del tiempo y que con con ella traemos a Leonardo Da Vinci a nuestra época, y le pedimos un favor: que discuta de sus conocimientos con un grupo de profesionales de diversas áreas. Entonces, citamos a un Comunicador Social, a un Matemático, a un Administrador de Empresas y a un Ingeniero Industrial. Me pregunto, ¿no se sentirá algo frustrado Leonardo, al ver que 500 años después de haber vivido el conocimiento se ha fraccionado tanto que le es imposible sostener una conversación de todo lo que él sabe con uno solo de los profesionales citados? En ese sentido, será que ¿algo pasó con la educación de esos profesionales que no son capaces de dar pie con bola en una conversación con Leonardo Da Vinci? ¿Habrá pasado algo en sus casas?

PD:  Aquí dejo el enlace de la publicación de Carlos Jiménez.



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hostigando al alba

La noche estaba por caer, los primeros rayos del alba ya despuntaban en el firmamento. Esa noche una gran turba se había instalado en las afueras de la única tienda de tecnología del pueblo, esperando impacientemente que las puertas del local se abrieran.

Jhon, como muchos de sus conocidos se encontraba esa noche ahí, esperando, ansioso. Los carteles de promoción inundaban todos los rincones del lugar que junto con los volantes esparcidos en el piso creaban un mar de anuncios que gritaban al unísono la última promoción de apple: "La nueva versión del Iphone por fin llegó". El último avance tecnológico de la manzana estaba por dar su aparición triunfal en ese rincón tan apartado del mundo. Todos deseaban entrar, todos querían que las puertas se abrieran  para poder ingresar al establecimiento en el cual se encontraba lo que tanto anhelaban. 

Como los demás, Jhon, esperaba y se arremolinaba por la periferia de la tienda. Iba y venía demostrando  el éxtasis que le producía poder ingresar al local y tomar en sus manos lo que había esperado por tantas horas durante toda esa noche.

Con cada segundo la desesperación de la turba iba creciendo, a cada instante que pasaba se multiplicaba la ansiedad y esta se transformaba en hechos. Al principio fueron unos golpes en los cristales que los separaban del interior de la tienda, sin embargo el clamor hacía que todos se fuesen uniendo a la manifestación la cual pronto se convirtió en una marea de seres chocando contra los vidrios. 

Jhon fue el primero en animarse y llevar con toda la fuerza que tenía su corporalidad hacia esa pared transparente que había entre él y su objetivo. Un fuerte crujido acompañó su embestida, la cual finalmente alcanzó a resquebrajar una de las puertas del almacén. El resto de la masa al percatarse de la situación comenzó a lanzarse contra toda la estructura, esperando el momento en que esta cediera y así poder ingresar.

Unos minutos después la seguridad de la tienda había sido franqueada, y la turba se encontraba con un nuevo obstáculo, una reja se interponía ahora. Al igual que el vidrio, sufrió los ataques desmedidos de todos los que podían alcanzarla, manotazos, golpes, patadas provocaban una cacofonía de sonidos metálicos que se alcanzaba a escuchar a varias cuadras a la redonda. Cualquiera que hubiese pasado por ahí, sin la menor intención de unirse a la multitud habría sentido la necesidad de huir de inmediato. El descontrol y el desenfreno que acompañaban a la muchedumbre no parecían tener límites. Estaban poseídos por la ansiedad y la exaltación del momento, y absolutamente nada aplacaba su ímpetu.

Finalmente la presión ejercida por el tumulto logró desencajar el obstáculo que se encontraba a su paso. A su vez unos gritos infantiles procedentes del interior de la tienda se mezclaron con el furor de los atacantes.  Como una presa que se revienta, la muchedumbre se esparció por todo el lugar, buscando lo que deseaban desde hace tanto poseer.

Los instintos de Jhon fueron los más afinados, inmediatamente consiguió entrar se dirigió hacia la zona en la que se instalaban las novedades tecnológicas. Pronto vio una réplica de menor tamaño del gran cartel que estaba fuera de la tienda que anunciaba en el nuevo producto. Había una góndola que tenía en sus separadores el tan preciado objeto que meses atrás se venía promocionando por todos los medios. 

Los movimientos de Jhon eran lentos, daban la impresión de aquel que ya se daba victorioso, no tenía afán, pues el motivo de su histeria ya se encontraba a la vista. Cuando alcanzó el estante alargó su brazo para tomar lo que en él se encontraba. Al asirse de él, un grito lo acompañó. Jhon había tomado la pierna de una pequeña niña de bucles rubios y la llevaba hacía él. Ni el esfuerzo o el lloriqueo de la niña impidieron que Jhon la tomara con brusquedad y llevara su pequeño cuerpo hacia su boca. Trozo a trozo fue desgarrando a la pequeña, grito a grito la niña iba siendo consumida por el insaciable hambre de Jhon. No pasó mucho para que el resto de la multitud que había invadido la tienda se dieran cuenta del escenario, abandonando todos sus esfuerzos de búsqueda, llegara hasta donde se encontraba Jhon y uno a uno se fueron abriendo  espacio entre los jirones de carne y sangre que salían despedidos por todos lados, para finalmente tomar un puesto en el tan esperado banquete.