Caía la noche, y los últimos rayos de sol desaparecían en el
horizonte, permitiéndole a la tierra ser arrebatada por su fría sombra y el
sonido de los grillos. Kai, siguiendo las normas básicas de cortesía, presento
a Doji Amane, quien al igual que ellos, era una representante de Clan que
conoció mientras se movía de grupo en grupo tratando de enterarse de lo que
pasaba. Después de la formalidades, el grupo caminó un rato hasta encontrar el
origen de la obstrucción. Eran las puertas del primer puesto de control del
castillo del Cruce de los Caminos, formada por una larga empalizada con dos
puertas de madera y sus debidos estandartes. A lado y lado podían verse a los
guerreros de hierro Daidoji acompañados de Budokas del Clan Grulla, quienes inspeccionaban
a todas las personas que pasaban.
Kai, con toda su dignidad como samurái se acercó a uno de
los guardias, y mostrando sus papeles de transito pidió ver al encargado, el
Daidoji lo condujo a su superior que se encontraba en una tienda cercana a la entrada,
al llegar, el Capitán de guardia muy atareado con la revisión de documentos les
brindo una rápida mirada, los viajeros correspondieron con un respetuoso saludo
como se acostumbra y a continuación Kai se dirigió al Capitán:
Daidoji Taisa, somos representantes de los
Clanes que vienen a participar en el torneo de jade, ¿Sería tan amable de
informarnos que es lo que detiene nuestro viaje?, después de examinar
rápidamente los blasones de las armaduras, las ropas que llevaban los viajeros
y revisar sus documentos respondió:
Que los Kamis y las fortunas los favorezcan
como verán, nos encontramos atareados con todos los mercaderes y campesinos que
trasportan las cosechas y otras mercancías a Ciudad Imperial, este año se
adelantaron las caravanas y tristemente concordó con la llegada de los
representantes de los clanes y sus delegaciones. Hacemos lo que podemos y
esperamos, solucionar este asunto pronto, disculpen las molestias pero por
favor vuelvan con sus grupos.
Amablemente Kai
ofreció su ayuda en lo que pudieran necesitar y regresaron por donde vinieron.
El aroma del trigo, las especias y el sake escapada de
algunos de los vagones mientras pasaban cerca, finalmente el grupo decidió
quedarse un rato cerca a la carreta de los Fenix, Hikari dispuso una pequeña
hoguera donde preparo algo de comer y de lo cual convido a los presentes. Mientras
comían, por ratos se sentía mucho movimiento a sus alrededores, cuando alguno
lograba ver algo en esas malas condiciones de luz, se encontraba con grupos de
exploradores o uno que otro grupo de Budokas que pasaban a lado y lado del
camino. Eventualmente, cansados de esperar decidieron volver al puesto de
control a tratar de encontrar una solución.
Hablaron por segunda vez con el capitán de la guardia y
propusieron hacer pasar primero las delegaciones, no solo por su conveniencia,
sino, porque eran los más fáciles de verificar de forma que el proceso se
agilizaría. La idea se puso en movimiento y efectivamente la larga fila empezó
a disminuir. En ese momento Kai que miraba al cielo reconfortado por poder
seguir el viaje, creyó ver algo en el cielo, algo inquietante que apenas
vislumbraba. En el horizonte se empezó a iluminar la zona de lo que sería la
ciudad imperial, brillo de una forma nunca antes vista y fue ahí cuando pudo
ver en el cielo unas figuras que volaban, formas extrañas que definitivamente
no eran aves nocturnas sobrevolaban el cielo de la ciudad Imperial.
Los costados del camino empezaron a brillar también, pero no
de una forma tan notoria, pues con anterioridad los Budokas habían puesto
antorchas a ambos lados del sendero, parecía que casi nadie se había percatado
de esto. Desde el otro extremo del camino llego un carruaje con los blasones
Seppun. Al parar, sus ocupantes descendieron y apostaron a cada ala de las
puertas unas extrañas figuras de madera completamente talladas y adornadas
vistosamente con pintura y piedras preciosas. Cuando los grandes objetos
estuvieron en posición, la guardia hizo pasar rápidamente los carruajes uno por
uno y en un par de ocasiones detuvieron a un grupo de gente que era separada
del resto.
Después de una media hora el paso se había descongestionado
y ya se dirigían al castillo del Cruce de los caminos, definitivamente el día
fue bastante raro después de la tranquilidad de la primera parte del viaje.
Ahora los suaves murmullos de la noche, le traía nuevamente tranquilidad a sus
almas y a medida que el castillo se les hacía más cercano, esa sensación de
normalidad que a algunos les
permite dormir por la noche, los
reconfortaba con la promesa de un cálido futón y los altos muros del castillo.