Reglas

1. Las entradas deben ingresarse terminadas, hasta las 12:00 de la noche del miércoles de cada semana.

2. A partir de la fecha de publicación, los miembros del blog deben comentar en cada entrada, con impresiones, consejos y correcciones (de ser necesarias) hasta el viernes de la semana de publicación.

3. El autor de la entrada debe hacer los ajustes que sean pertinentes antes del siguiente miércoles, fecha en la que debe publicar su nueva entrada.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Bullet time!

Pudor y balas
Las palabras eran como ráfagas de metralleta y Johnny era un gangster con una Tommy, al otro lado de su cañón Luisa abría lentamente las piernas, abatida por la fuerza de sus palabras.

De rodillas Margarita rezó y rezó hasta que empató, es curioso que las únicas que salieron perdiendo de todo el asunto hayan sido sus rodillas, que ni pecaron ni rezaron.

Solitarios
La soledad se cansó de estar sola y se volvió moda, confundiendo a todos sus seguidores que de repente se encontraron rodeados de gente que como ellos únicamente quería estar sola.

Grafiti
“la policía no sabe de poesía” decía el grafiti de la pared del callejón. Le tomo un momento al sargento Benítez descubrir que no entendía a qué se refería.

Amor, ilusión y dentistas
Horrorizado descubrí que la hermosa mujer que me pidió cerrar los ojos y abrir la boca, no quería un beso, sino un diente.

La sonrisa
Mientras yo abría sus entrañas ella formaba una sonrisa. Sabía que me había jodido desde antes de empezar, que la destriparía y no encontraría nada y no le importaba. La muy puta siguió sonriendo aun cuando mis dedos removían sus entrañas. Finalmente la arrojé al suelo solo para encontrarme con su inerte sonrisa observándome…Puta billetera.

Escape
En la estación del tren se encontraron los zapatos de Fernanda, aún calientes por su carrera, fue lo único que no quiso llevarse cuando saltó.

El primero
El ruido de las máquinas era la base perfecta para la música que tronaba en la mente del niño que, como un loco, bailaba entre las calderas y las líneas de ensamblaje. Cuando el primer trabajador abandonó su puesto y se unió al ritmo, algo se rompió en la conciencia colectiva y cada una de sus partes cantó con voz de máquinas en una fábrica.

El escape
Cada gota de lluvia contaba una historia que duraba toda su vida, cada una gritaba su heroico escape de la prisión del cielo, cada una esperaba sobrevivir el ascenso y vivir en la tierra que brillaba en lo alto, cada una narraba con asombro los detalles de la tierra a la que se acercaban cada vez más rápido, cada una lloraba llena de impotencia cuando se daba cuenta que solo la muerte frenaría su llegada.

El rey
La muerte se
acercó al vagabundo y arrojó una moneda a su sombrero, él levantó la vista y reconociendo a su compañera de mil noches, le ofreció como siempre un lugar a su lado, ella se sentó sobre el mugroso tapete y sonrió cuando el vagabundo la abrazó ofreciéndole un trago de licor barato, lo miró a los ojos cuando recibió la botella y como tantas veces lo besó en la boca, derramando el licor sobre el piso, sus lenguas se encontraron y sus ojos se cerraron, pero la muerte no necesitaba ver para hacer su trabajo.

Una fácil
Santiago se descubrió pensando en Marisol en medio del trabajo, pensó en sus largas piernas, pensó en sus nalgas y en el pelo de su pubis, pensó es el sabor de su saliva y en sus ojos negros. Levantó los brazos y mirando al cielo pensó en el sonido que hacía cuando la penetraba. Sí,Marisol era para el padre Santiago el cáliz de salvación, la sangre del cordero, el perdón, la paz y la gloria. El problema es que para todos los demás, era una burra.

Las llanuras del escritor
Hasta donde alcanzaba la mirada, Joe solo veía un paisaje uniforme de vegetación reseca por el sol, ni una sola sombra o nube le anunciaban descanso o consuelo, Joe sintió el corazón darle una vuelta, su cantimplora vacía pedía atención y el movimiento de los matorrales a su espalda gritaba peligro, entonces su teléfono vibro sobre la mesa y le recordó el hambre que sentía, esta autobiografía se escribiría mejor después de una pizza.


miércoles, 14 de marzo de 2012

Días como este

Cuando abrió los ojos ese día, se dio cuenta que el cuerpo le dolía -los años no pasan en vano- pensó, mientras se levantaba de la cama con cuidado y tratando de no hacer ruidos, pero sus rodillas pensaban otra cosa.

Ese día notó por primera vez el quejido involuntario que hacía cada vez que se se paraba, estiró los brazos y caminó casi a ciegas por el pasillo aún oscuro de la habitación, sintiendo las paredes con las manos. Hacía mucho frío y él se había quitado la camiseta la noche anterior, al tercer paso ya añoraba su cama, que estaba llena de promesas.

Ella lo sintió como lo sentía cada día, sus ruidos eran tan familiares como el rostro que miraba en el espejo cada mañana, giró sobre sus sábanas y lo vio alejarse lentamente, no pudo evitar sonreír mientras notaba, a la luz tenue de esa fría madrugada, la indescifrable mancha que había sido un tatuaje sobre su espalda, “a estas alturas solo es una mancha que cubre otra mancha” como le había dicho él alguna vez.

-Hoy es una gran día, porque hoy naciste tú- empezó a garabatear en una servilleta en la cocina mientras se colaba el café. Levantó la servilleta y la acerco a su rostro, había dejado las gafas sobre la mesa de noche, -que frase tan pendeja- alcanzó a decir mientras arrojaba la servilleta al basurero.

Esa hora es la que más le gustaba del día, cuando podía imaginar que solo ellos estaban despiertos en el mundo, volvió a abrir los ojos, estiró el brazo y sintió el espacio de la cama a su lado, como tratando de tocarlo otra vez. Escuchó el sonido de la cafetera y las ollas en la cocina y de nuevo sonrió. Se levanto haciendo ruido a propósito para que él pudiera preparar alguna excusa. Mientras caminaba descalza por el pasillo y sentía el piso frío bajo los pies, podía imaginarse la cara que él haría, la broma que diría, su risa casi inconsciente, el olor del café y las frutas, la conversación y la intimidad del ritual que cada año cumplían, desde un miércoles como ese, hace tantos años.

La luz de la mañana empezaba a entrar por las ventanas y a iluminarlo todo con ese tono azulado de los primeros rayos del sol, ella caminó un poco más despacio y se detuvo un momento antes de llegar a la cocina, quería darle tiempo de tenerlo todo listo, entonces notó la servilleta en el suelo y se inclinó a recogerla, vio la nota escriba sobre el papel y pensó por un momento que podría reconocer esa letra entre una montaña de papeles, dentro de un millón de años. Al fin, fingiendo un bostezo apareció en el umbral del pasillo y lo vio como detrás del mesón de la cocina, como cuando eran jóvenes, cuando sus tatuajes no eran manchas sobre la piel y los huesos no crujían. Él también la vio, sabía que venía desde que la sintió levantarse con esos ruidos que hacía cuando quería que él se despertara cada sábado en la mañana para despedirla y él solo quería quedarse en la cama. Ella estaba tan bella como siempre, con su cara de dormida, el pelo revuelto y esa sonrisa perfecta que siempre lograba que él se sintiera mejor.

Se sentaron juntos en el comedor mientras el sol resplandecía, las sombras se proyectaban en la sala llenándola de formas que se recomponían con el pasar de cada nube mientras el polvo de los libros flotaba por la habitación.

-Nos conocimos viejos- fue lo primero que él le dijo.

-Tienes razón, ¿hace cuánto fue?

-No lo suficiente, Feliz cumpleaños.

-Gracias amor, pero tú lavas los platos.

-¿Sabías que siempre me gustaron las profesoras?

-menos mal- dijo ella sonriendo.

-Carajo, hoy me toca inventarme algo para publicar-

miércoles, 7 de marzo de 2012

610 palabras

Hace media hora JC me habla en facebook y me dice: ¡David, no has posteado! Yo casi ni caigo en la cuenta de qué era lo que me estaba diciendo. De repente, lo recordé todo: hoy es miércoles de "Escribe o Paga". Siento un pequeño vacío en el estómago, ¿será posible que me pase otra vez? Entro rápidamente al blog y veo que sólo JC acaba de postear. No se me ocurre nada, Manuel tampoco a escrito y estoy que me muerdo un codo de sólo imaginar que mañana Manuel entre al blog y vea que todos posteamos menos él. ¿Pero qué hago?

Tengo dos entradas pendientes, no las he terminado porque en realidad no tengo ni idea cómo hacerlas. La primera tanda merece un tercer post de cierre que ahora no estoy en capacidad de hacer, la segunda intenta dirigirse a un final que no tengo ni idea cual será. Así que estoy sin entender nada. Abro mi carpeta de retazos. Retazos de todo, de cuentos, de escritos, de tweets, ideas sueltas, alguna que otra idea académica suelta. Pura basura. Pero basura a la que le he tomado algo de cariño con el tiempo. Así que escarbo a ver si encuentro algo. Definitivamente no hay nada. Al menos no nada que no haya puesto, y supongo que, aunque no esté en las reglas un EoP no puede repetirse, al menos no tanto como para que alguien lo recuerde. ¿Y si escribo algo que haya posteado antes? La tentación es mucha pero no logro ser tan cínico. Estoy seguro que Manuel sí podría. Así que por eso me animé a abrir el blog, darle click en "Acceder" y escribir esta incipiente entrada. Bueno, por eso y porque hay un textico de muy pocas palabras que hace rato quería salirse de un .doc que guardo hace muchos años en el computador.

Aquí va:

El mundo se tiño de rojo, los edificios son ahora todos rojos, la cara de mi novia, de mis padres y del cura de la esquina son rojas ahora también. ¿Es el mundo rojo, o son mis pupilas que se han teñido?.

He salido de mi cuarto, ignorando el pasillo rojo, las alfombras ahora rojas y asqueándome un poco por los huevos y el chocolate rojos como la sangre. Todo debe estar bien, pensé. Salude a mi madre y a mi padre, quien reconocía de alguna manera los rojos caracteres del periódico sobre las hojas igual de rojas. Mi madre hablaba rojo, y sus palabras estaban pintadas de carmesí.

Apuré todo lo que más pude la roja conversación a la que me sometían, agache mi cabeza solo para saludar a Rojo, el gato mientras le arrojaba unas migas de pan. Me levanto del asiento y llevo los platos al fregadero rojo, como siempre. Salgo de mi casa después de despedirme y de que mi madre me dejara una roja marca de su labial en mi roja mejilla.


He salido, al sitio donde no existe el arco iris, y los colores son tantos que se han fusionado en una luz blanca omniabarcante.


He vuelto en la noche azul, he tocado de nuevo la puerta azul y mi madre azul de la dicha me saluda antes de servirme la comida. Mi padre ha llegado del trabajo y sentado en su sillón azulado lee un libro de tapa azul, mueve sus gafas mirándome de abajo hacia arriba. Como si viera a un espanto violeta


¿Será el mundo rojo o azul?

¿Es día o noche, allá afuera?


Así que sin más termino esta entrada. Son las 11:55. Faltan 5 minutos para no poder postear nada y perder esta semana. Ya llevo 610 palabras.

En tu cara M.

El Chance

Santiago Coronado gimió y recuperó el aliento, cuando logró enfocar la mirada vio la penumbra justo después del cuadro de luz que lo rodeaba, las sombras serpenteaban y rugían, moviéndose espasmódicas, como intentando entrar y devorarlo. Algo más allá del timbre de sus oídos y su propia respiración le dijo que aún estaba de rodillas en medio de las luces reflectivas, el sabor metálico en su boca y el ardor en el único ojo que podía mantener abierto le dijeron lo demás. Había caído y una larguirucha figura que no lograba reconocer le gritaba números al azar.

¡2!

Más allá del rugido de las bestias, el timbre de sus oídos y los gritos del árbitro, Santiago escucho al profe Goche que le suplicaba que se pusiera de pie con esa voz llena de años que lograba tranquilizarlo aún en medio de las tormentas de la isla, cuando corría a esconderse bajo su cama.

¡3!

Santiago apoyó un pie en el suelo y puso el peso de su cuerpo cansado sobre el muslo, abrió el guante y se aferró a la cuerda más alta del ring, las gotas de sangre caían de su rostro mezcladas con sudor y formaban un paisaje a sus pies que él reconocía, eran las playas del malecón, al lado de la casa del profe, donde solía correr cada mañana después de buscar el pescado en el mercado para su abuela.

¡4!

Los guantes le impedían aferrarse con fuerza y las piernas le temblaban como a la abuela cuando caminaba hasta el portón a ver el sol caerse en el mar, Santiago miró más allá del árbitro que le gritaba palabras llenas de urgencia y dio por fin con quien estaba buscando.

¡5!

Lo primero que vio fue la sonrisa burlona que adornaba esa boca llena de sangre, no lograba recordar cómo se llamaba, aunque se lo habían dicho mil veces. Sabía que era uno de esos nombres que tienen muchas ges y muchas kas y que se suponía que debía reconocerlo pues era el campeón mundial, pero en este momento Santiago solo pensaba que tenía que lograr que sus rodillas dejaran de temblarle para que el árbitro no parara la pelea.

¡6!

El juez tomo sus guantes y le dijo algo que no logró entender, después empujó sus manos hacía abajo y se dirigió al centro, a su espalda el profe Goche le insistía que mantuviera la guardia alta y esperara hasta que viera un chance, Santiago sabía todo eso, pero llevaba 5 rounds buscando un chance pero el hijueputa gringo no le había dado ninguno.

La campana sonó y la multitud gritó a su alrededor, él nunca había estado en un sitio tan grande ni había visto a tanta gente junta en su vida, pero el profe le había dicho que ese era un coliseo pequeño, que cuando era joven, él había conocido uno en el que no se podían ver las paredes desde el ring, solo miles y miles de caras mirándolo, esperando la sangre para gritar, como un mar lleno de tiburones que buscan presa.

Santiago giro y trató de ver a los tiburones más allá de la penumbra, por todas partes brillaban chispas como luciérnagas azules que nacían y morían en un segundo, pero los que las manejaban y los otros miles que pedían su sangre estaban lejos, más allá de lo que su único ojo abierto podía distinguir.

El grito del profe lo devolvió al ring justo a tiempo para ver al gringo frente suyo con el puño levantado, los reflejos de niño pobre, de pescador, de cazador y de boxeador se alzaron todos al mismo tiempo y le empujaron la cabeza hacía un lado justo a tiempo para ver pasar el guante nuevo de color azul e hilos dorados que llevaba el campeón en su mano derecha, en ese momento sintió la voz del profe, su abuelo, el campeón mundial de hace 50 años, el viejo que guardaba su cinturón debajo de una baldosa del gimnasio y que le había remendado esos guantes viejos que llevaba más de mil veces, la sintió tan clara como la llegada de la marea alta y como el llamado de los gurres en la selva cuando saben que los van a matar. La frase fue un impulso eléctrico, una orden, una plegaria y una certeza:

¡Es tu chance, Santiago!