Reglas

1. Las entradas deben ingresarse terminadas, hasta las 12:00 de la noche del miércoles de cada semana.

2. A partir de la fecha de publicación, los miembros del blog deben comentar en cada entrada, con impresiones, consejos y correcciones (de ser necesarias) hasta el viernes de la semana de publicación.

3. El autor de la entrada debe hacer los ajustes que sean pertinentes antes del siguiente miércoles, fecha en la que debe publicar su nueva entrada.

miércoles, 30 de julio de 2014

La huida

El eco de sus afanosas pisadas se esparcía por todo el bosque. Los pequeños animales nocturnos que rondaban por ahí salían escabullidos por la carrera que llevaba la pareja. Después de un buen rato de correr sin dirección alguna alcanzaron a distinguir un pequeño claro.

 – Un lugar perfecto para tomar un respiro -. Pensó él.

Al llegar ahí se detuvo y agarró la muñeca de su compañera. El rostro de ella se llenó de consternación cuando se volvió hacia él.

- ¿Nos han encontrado? Preguntó, mientras se hincaba sobre sí misma demostrando el cansancio de la jornada -.

- No, aún no. Pero tenemos que parar un momento, debemos descansar y pensar con cabeza fría qué vamos a hacer -.

Un haz proyectado por la luna se colaba en el tupido bosque e iluminaba una piedra que casi estaba en el centro del claro. Él la empujo hacia allá y con fuerza la sentó. De sus bolsillos sacó un termo, el cual se lo tendió para que bebiese.

Cada segundo se hacía eterno y el sentimiento de persecución se apoderaba cada vez más de ellos.

- Estoy cansada Mark, no aguanto más esta situación. No quiero vivir huyendo el resto de mi vida, no quiero sentirme como si fuera una presa, permanentemente acorralada, sin escapatoria –.

Las lágrimas confundidas con el sudor resbalaban por sus mejillas mientras hablaba. A Mark casi le pareció encantador esta escena, la luz brillando en su rostro, reflejando cada uno de los detalles que lo habían hecho enamorarse de ella. Sin embargo, el momento mágico no duró más que un par de segundos. La horrible realidad lo trajo de vuelta como un choque eléctrico despierta un corazón que ha dejado de latir.

- Lo se amor, entiendo la razón de cada una de tus lágrimas, pero este fue el destino que escogimos. Ambos estábamos cansados de la sangre, ambos estábamos extenuados del dolor y el constante sonido de la muerte. Ambos tomamos la decisión de abandonar nuestra manada. Tenemos que ser fuertes, yo sé que podemos encontrar alguna solución, pero si tú te derrumbas nos caemos ambos -.

Al reflexionar sobre sus palabras tuvo la certeza de que la duda las embargaba, su tono de voz partido lo delataba completamente. Al levantar el rostro de ella vio en sus ojos que no se había creído ninguna de sus palabras.

El sonido de unas ramas quebrándose a lo lejos los sacó a ambos del descanso que se estaban tomando, la tensión y la angustia se apoderaron de cada uno de sus músculos. Al volver su vista sobre ella, Mark se percató de que estaba iniciando su transformación, inmediatamente la abrazó y comenzó a susurrarle al oído para tranquilizarla, sabía que si alguno de los dos se convertía sus persecutores los encontrarían más rápido.
Rápidamente la tomó del brazo y arrancó carrera hacia el lado opuesto de donde percibió los sonidos.  Lo único que se alcanzaba a distinguir eran troncos de árboles esparcidos a diestra y siniestra. A pesar de la distancia podían oír como se acercaban cada vez más quienes los perseguían. Los ladridos de unos perros se unieron al concierto de sonidos que se estaba dando en el bosque

- Mark no puedo más, no me siento capaz de continuar corriendo. ¡Quiero detenerme! -.

Su voz denotaba que había perdido la fe y la esperanza. Toda la seguridad que una vez tuvo cuando comenzaron a fraguar su huida se había esfumando. Ahora sólo quedaban resignación y derrotismo.

A empujones la siguió llevando por entre los árboles, pero la indiferencia de ella hacia que se desplazaran cada vez más lento, dando tregua a que los capturaran en cualquier instante.

Ya las pisadas se encontraban justo detrás de ellos, en ese momento supo que no había ninguna otra opción. La tomó por la cintura la empujó hacia un lado y se abalanzó hacia el lugar de donde provenían los sonidos. A cada paso que daba cada uno de sus rasgos iba cambiando y dándole una forma totalmente distinta a la de un humano. Sus manos se convirtieron en garras, sus piernas y brazos se llenaron de músculos marcados y se cubrieron de un pelaje denso. Su rostro se pronunció dando paso a un hocico lleno de dientes filudos y baba cayendo por doquier. Sus ojos se inyectaron de sangre, furia y odio. 

League of Legends Review – Fuck the meta, lets LoL

Como todos los MOBAS: Long story short
League of Legends es un juego altamente competitivo donde se enfrentan equipos de 5 vs 5 para intentar destruir la base enemiga (nexo), la duración promedio son 35 minutos y se divide en 3 fases (Early, Mid y Late game). Cada jugador controla a un campeón con habilidades únicas que crecerán durante la partida e intentará tumbar las 3 torretas dé cada carril y su respectivo inhibidor (fortaleciendo al ejército propio) para poder generar una ventaja estratégica sobre el rival.

 El juego consiste en tratar de sacarle ventaja a los campeones rivales durante Early game, de manera individual, para poder desempeñar de manera correcta el papel específico de cada campeón. En Mid game comienzan las batallas grupales y la puja por destruir las torretas enemigas, hasta que en Late game se convierte en el todo por el todo.

Qué define a League of Legends?
El juego comienza al abrir una cuenta de invocador que arranca en nivel 1, a medida que se juegan partidas se gana experiencia e IP (Influence Points) que permitirán subir de nivel y desbloquear contenido adicional, hasta un máximo de 30 niveles.

Los campeones que uno quiera utilizar en las partidas cuestan IP o RP (Riot Points, se compran con dinero) pero siempre habrá 10 disponibles gratis (son más de 120) que rotarán cada martes. Si el invocador quiere seguir jugando con un campeón que han quitado de esta rotación, puede comprarlo. Así mismo pueden comprarse runas y maestrías que mejorarán ligeramente el desempeño de los campeones: Modificarán su ataque, vida, resistencia o magia, permitiendo que dos campeones iguales puedan tener perfiles diferentes.

Aunque el juego no tiene modo Offline, cuenta con una gigantesca base de jugadores en internet (36 millones de jugadores al mes) que van desde personas con mucho talento hasta completos desastres en el campo de batalla. Riot (el desarrollador del juego) ha hecho un trabajo decente por filtrar invocadores con actitudes negativas y a trolls (jugadores que solo quieren molestar), pero aún queda mucho por mejorar en la comunidad.

Uno de los problemas más frecuentes radica en que los jugadores profesionales imponen un estilo de juego (Meta), queriendo ser imitado por la gran mayoría de usuarios. Cuando un invocador trata de no jugar bajo ese esquema encontrará mucha resistencia por parte de sus propios aliados, antes y durante el juego.

Y ahí radica el gran fallo de LoL
En cómo los jugadores reaccionan al meta. A menos que se tenga un equipo conformado, tendrá que jugar con y contra gente desconocida que esperan que todos se ciñan a lo que creen que es la única manera de jugar, reaccionando negativamente la mayoría de las veces que no es así y arruinando el encuentro en varias de ellas.

Superado eso
Los combates son emocionantes y se deciden en menos de tres segundos, los reflejos se combinan con el conocimiento del campeón y del terreno, la improvisación resulta fundamental en momentos claves, y encontrar la sinergia entre las habilidades e ítems de los compañeros es satisfactorio.

La sensación de ganar una partida que se creía perdida, de escuchar al narrador anunciar “Cuadra kill” o “penta kill” (al matar 4 o 5 enemigos en una pelea), de ser el mayor asesino de un juego o de matar al que lo es, la adrenalina de defender una torreta solo contra 3 o 4 de ellos, son lo que hace valer la pena y lo posicionan como el MOBA más jugado en el mundo.

La parte técnica está bien ejecutada, el juego corre fluido en computadores con características normales manteniendo un buen nivel gráfico, el sonido está lleno de personalidad (especialmente lo que dicen los campeones) y los servidores son estables la mayoría de las veces. Además Riot actualiza constantemente para eliminar los defectos que encuentra, balancea habilidades, campeones e ítems cada vez que lo considera necesario e introduce campeones nuevos de vez en cuando.

Hay otras modalidades como “Dominion”,  “Captura la bandera” o “ARAM” que sirven para variar la dinámica del juego y aunque no sean populares, siempre va a haber gente en la lista de espera dispuesta a entrar.


Altamente recomendado

Primera página

Don Pacho Arizabaleta me gritó desde la puerta de su oficina, ¡Sandro, le llegó el bautizo, acaba de aparecen un encostalao en Potrero Grande!

la pequeña oficina estaba en una esquina. Era el único espacio cerrado en un piso lleno de pequeños cubículos cuyos muros no llegan hasta el techo, todas sus ventanas estaban tapadas por viejas ediciones del periódico pegadas con cinta de enmascarar, desde afuera se veía como el nido de un bazuquero, pero desde adentro, era un altar: las fotos más sangrientas que se habían publicado en el periódico desde que él trabajaba ahí tapizaban las paredes de piso a techo; desmembramientos, decapitaciones, evisceraciones, aplastamientos, y todas las formas posibles en que una persona podía dejar de ser un ser humano y convertirse en un charco de sangre y carne, adornaban su oficina. Algunos recortes eran tan viejos que el papel se había vuelto amarillo y casi todos los colores habían perdido su intensidad inicial. Todos menos el rojo. La sangre era la reina de su oficina; omnipresente, manchando cada rincón, cada cosa, a cada persona, sin que ellos se dieran cuenta siquiera.

-¿Me escuchastes, Ramírez? Andá y dame ojos, quiero ver si sos capaz de poner algo en mi paré!

Potrero Grande es un barrio nuevo, construido para darle casa a los invasores que estaban a punto de lograr que se rompiera el dique que mantiene la zona más pobre de Cali separada del río Cauca que se la quiere engullir, ahogando media ciudad.
-Yomellamo, vamos tarde porque hay protesta de motaxistas en el romboi de López, nos toca coger por detrás, guardá la cámara bien guardada que por ese lado no conozco al duro

Aurelio gritaba desde el volante del carro para que lo escuchara encima de la salsa que tronaba en los parlantes mientras guardaba las cámaras y las luces en bolsas de basura que teníamos listas en la parte de atrás del carro.

-¡Bajale volumen a esa mierda Aurelio que me estás dando dolor de cabeza!
- En amarte una vez más, pero mi corazón dice que no, dice que no, noooo”

Pasar la Simón Bolívar es atravesar una frontera, una vía de 4 carriles que divide la Cali de bien, con la Cali que todos quieren ignorar. El primer puesto de control se nos atravezó de repente, cuando un negro malencarado se nos acercó en un pare. La cacha del revolver sobresalía sin pena de su pantalón y tenía el pecho adornado por varias cicatrices blancas, que resaltaban en su piel oscura. Él sabía tan bien como nosotros que ahí, en ese pequeño punto del mundo, en ese momento, era el dueño y señor, el duro del combo lo había dejado a cargo y más tarde pasaría a recoger lo de los peajes, si no tenía lo del día, podía ser el encostalado que aparecería mañana.


Aurelio sonrió, y extendió un billete de cincuenta.

-mompa, voy a pillar el muñeco que apareció en el potrero, soy prensa.

-¿Qué llevás ahí atrás? ¿Filmadoras?

- No panita, somos prensa, llevamos una cámara chiquita, para sacarlo mañana en la portada.

- a ver, mostrá.

Todo se había ido a la mierda, si este tipo quería pelarnos de las cámaras, el trípode y hasta el carro, no había quién lo parara, a este lado de la Simón, la policía solo viene a recoger muertos, nunca a defender periodistas maricas que creen que el carné es mejor que un escudo antibalas.

-Dejame sano niche, que yo conozco al zarco, él es el que siempre me da paso, sino que hoy no entré por el lado donde mantiene.

Aurelio trataba de parecer tranquilo, pero en su tono se notaba la ansiedad que sentía, él sabía tanto como yo que nombrando a un man de otro lado, podía estar ganándose un balazo si este hijueputa que estaba frente a nosotros, era de otro combo.

El negro escupió el carro, sus ojos amarillos estaban fijos en Aurelio, se mandó la mano a la cintura y apretando la cacha dijo entre dientes:
-¿El zarco?


miércoles, 23 de julio de 2014

Miedo en mi memoria

“Hoy he vuelto a despertar del lento sueño gris donde soplan tormentas que envuelven la pasión”. La letra retumbaba por toda la habitación, mientras Dean se sumergía en sus pensamientos, en su soledad y principalmente en su tristeza. Cada nota y cada palabra lo empujaban a un lugar en el que la luz era carcomida por la obscuridad.

Tumbado en un colchón lleno de agujeros de gusano, Dean no lograba salir de sus recuerdos cargados de nostalgia que una y otra vez lo llevaban siempre al mismo lado, al lado de ella. Una botella del peor whiskey que se puede conseguir en el mercado dejaba caer de su pico las últimas gotas del hediondo licor que lo había logrado mantener medianamente cuerdo y alejado de su pena.

La imagen del estado de la habitación, narraba una historia gris, la suciedad amontonada por cada rincón, animales rastreros deambulando por doquier y un vaho propio de un cadáver en descomposición se convirtieron con el tiempo en sus más cercarnos compañeros.

La música siguió retumbando y sus recuerdos continuaron agolpándose en su memoria llenándolo de pesar y lamentos. Perturbado como estaba, no conseguía encontrar nada que le diera la mínima satisfacción. A pesar de sus esfuerzos y retozos ni siquiera lograba encontrar una posición que le diera comodidad. Todo era una mierda.

Su mente en constante sufrimiento apenas lograba albergar la imagen de ella, presentándose como un puñal que lo atravesaba de lado a lado, dejándolo inmerso en un mar de lágrimas y dolor.

“Hoy he vuelto a despertar del lento sueño gris donde soplan tormentas que envuelven la traición” La pena incrustada en su pecho, agarrada a cada una de sus fibras, parecía expandirse hasta el punto de hacerlo explotar. La fuerza del dolor se veía representada en cada una de sus muecas y expresiones. El suplicio no daba tregua, la desesperación crecía sin control. Todo iba perdiendo sentido.

En un último esfuerzo de arrancarse el veneno que se había filtrado por todo su ser, trató de pararse, pensó por un momento que podría escapar de esto, pero miles de brazos salieron despedidos de la oscuridad para retenerlo, no lo iban a dejar ir.

Con la voluntad a niveles infrahumanos eran pocas las opciones que tenía. De todas formas, sabía que aún le quedaba una. Ya no puedo ser, el eco de tus sueños ya no quiero ser, el techo de tus suelos ya nunca más veras, mis lágrimas caer he renacido al fin, ahora soy yo la llama que enfunda tu demonio, que sangra sin tus culpas soy quien ciñe la espada, que cortara tu espalda”. Si todo estaba perdido, si todo estaba fuera de control, su vida aun le pertenecía, aun podía disponer por completo de ella.

La hoja oxidada del viejo bisturí se encontraba a un par de pasos, tal como la había dejado la última vez que tuvo el mismo pensamiento. Sin embargo esta vez era distinto. Se encontraba agotado. Su mente no era capaz de seguir dando tumbos en torno a la misma imagen. El dolor brotaba de cada uno de sus poros, sentía cómo lo quemaba, desde adentro.



Lentamente la sangre comenzó a manar desde ambas muñecas. Pintó de rojo el sucio tapete en el que terminó con todo. Con cada gota el dolor se disipaba y la mente se aclaraba. Por fin dejó de pertenecerle a un amargo recuerdo. Al fin obtuvo su libertad. Al fin. “Y enfrento el miedo que sangra en mi memoria y enfrento el miedo que sangra en mi memoria”…  

Aqua

La escotilla se abrió. André tomo un respiro, tomó dos inhaladas y exhalo. Kate nunca había visto tanto humo salir de la boca de alguien. Se tapó la nariz con los dedos, respiro hondo y elevó su cuerpo ayudándose con las manos y las puntas de los pies. La mano que quedó libre la uso para escalar un poco y subir más y más. Kate llegó a la habitación violacea y André siguió fumando abajo.

"Creo que no vamos a tener mucho más tiempo aquí", dijo Kate mirando las tentaculares fisionomías de los dos capturados. "Es lo que hemos dicho", retumbó en la cabeza de Kate.

La comunicación verbo-mental era un problema para ella. Bien podía aceptar, no sin algún reparo, los dispositivos de traducción instantanea. Hablar en inglés mientras André lo escuchaba en japones y viceversa, pero sólo escuchar tu propia voz y de repente tener una respuesta en tu cabeza, era algo que Kate no podía soportar por mucho tiempo. Y en parte tenía razón. ¿Qué idioma era ese? ¿Qué acento tenían? ¡Ni siquiera era un estímulo auditivo! Hay tantas cosas que Kate y André y todos los solares habían aprendido sobre la comunicación a partir de los gestos, las miradas, los tonos, los movimientos de las manos, que para ella entender a estas criaturas era difícil y perturbador.

El humo no subía, sólo flotaba como cualquier tarde en Tokio, Ciudad de México o Delhi. Si Kate miraba hacia abajo sólo podía ver la tenue silueta de André y un fugaz destello anaranjado con cada aspiración. Si miraba hacia el frente tenía ante sí una habitación esférica. La cocina, el despellejadero, la carnicería. Todos le tenían un nombre distinto. Kate prefería pensar en ella como la recepción. Vacía. Sólo un centro de luz violeta incandescente que permitía ver los recovecos de la construcción, la talla de las paredes, las barras de ayuda para la navegación en gravedad cero, los tubos de escape, la escotilla de los desechos.

"Creo que no has entendido". "Creo que sí entendí", resonó de nuevo en el área frontal de su cerebro junto a un chillido insoportable.

La mano de Kate apretó de nuevo el botón y las agarraderas, que de cada una de las extremidades del tentacular ser estaban agarradas, comenzaron de nuevo con ese movimiento, adivinaba Kate, insoportable. Cada una de las numerosas extremidades rotaban sobre su propio eje aproximadamente unos doscientos veinte grados, justo un par de grados antes del punto en el que Kate imaginaba que se romperían.

Los cambios fisiológicos eran claramente perceptibles. Las excreciones eran constantes, el ano ubicado cerca del manto de la cabeza no daba a basto, las aberturas cercanas a las orejas eran ahora unos pequeños nacimientos de pequeños riachuelos de pus, o su equivalente sea lo que sea, que bajaban por todo el torso, unas veces descendiendo entre dos extremidades, otras llegando hasta la punta de uno de ellos untando las agarraderas. El sistema circulatorio estaba claramente colapsado, las venas estaban hinchadas, varías de ellas infartadas y las que no crecían mientras latían con fuerza.

"¡Por última vez!" Grito Kate furiosa. "¡Qué hicieron con la tripulación!" Esta vez no sintió nada. No escuchó voces en su mente, no leyó frases en su campo visual, no olió ninguna respuesta. Nada de nada. Como pudo se enjugó el rostro que de nuevo tenía bañado en lágrimas y oprimió el botón tan fuerte que el espectáculo de sangre no se hizo esperar: el ruido al unísono de las agarraderas girando y retorciendo la carne de las criaturas, como el de una licuadora averiada, precedió a la explosión de sangre y visceras. La luz se redujo considerablemente. La habitación estaba en silencio exceptuando el sollozo de Kate.

André por fin subió. Agarró a Kate de un brazo y la trajo consigo al túnel de acceso ahora blancuzco y de aire espeso. Cerró la escotilla y oprimió los botones de limpieza y de expulsión de deshechos. No había sido un buen día. Tampoco una buena semana. Diez días atrás su padre y su madre descendieron a Aqua, el titan planetario marino, en plan de descanso con su fragata espacial. No regresaron. André y Kate llevaban cuatro días en esta tarea de exploración. Aún no había llegado ninguna fuerza ni imperial ni civil para ayudarles. Estar en la punta de la galaxia tiene su costo.

La búsqueda continuó. La pequeña nave flotaba a velocidades variables dependiendo de la visibilidad y los reportes de densidad que entregaban los sensores. De esos radares sólo se enteraba André. Kate, como siempre, asomaba la cabeza mirando por la ventana. "Imbécil, nunca nos encontrarás", sintió Kate en su cabeza mientras los vellos de su espalda se erizaban. Entrecerró los ojos y frunció el ceño. Se abalanzó hacia André, le miró y le suplicó que se detuvieran. "Creo que ahora sí los encontré, tenemos que hacer otro interrogatorio". André sólo se tomó la cabeza con la mano izquierda y caminó hacia la ventana. Abajo en un mar infinito de tranquilidad tres delfines saltaban y volvían al mar con chasquidos alegres. "Quizás sean los últimos", pensó sintiendo pena por ellos. Estiró la mano y dio inicio al protocolo de descenso mientras reposaba la otra en el hombro de su hermana.  

Perdigones

Peo en la cara

La justa indignación se despertó en mí de repente. El barullo del crío que desde el otro lado del pasillo gritaba improperios contra su madre, mujer humilde de ascendencia aborigen, piel cobriza y pelo azabache, hacía que mi pecho se inflara con rapidez creciente. Apreté los puños y fragüé una venganza, una venganza contra el mocoso por la mujer que lo parió, por mí, por el mundo, por el todo poderoso. Una venganza que saldría del fondo de mi ser y lo atacaría como el viento divino que arrasa a los impíos. Una venganza tan justa y poderosa como la espada de Miguel, que cortaría su pataleta con la fuerza de un almuerzo en mal estado que ya buscaba escape de mi estómago.


La rebelión

El viejo sistema operativo convocó a todos los programas para una última reunión, si iban a desaparecer, lo harían brillando como una conexión en mal estado antes de quemarse, justo antes de apagarse por siempre.


La mujer muerta

Su cabello onduló repentinamente, flotando en el aire por un instante, atrapado en una reacción newtoniana que acababa con todo lo que ella era mientras el puñal escapaba. Un instante que para ella duraría por siempre.


El vacío

Los indicadores han dejado de sonar, las alertas visuales se han convertido en ruido sobre el infinito vacío, solo escucho mi respiración y el ritmo del corazón en los oídos. Sé que muy pronto empezaré a alucinar y sé que después, todo habrá terminado. Las estrellas se ven muy distintas hoy y estoy flotando de forma muy peculiar. Al fondo puedo ver La Tierra brillando muy azul y sobre ella, puedo imaginarte mirando el cielo, ¿ya te dijeron que te amo? No importa, tú lo sabes.


El hombre vivo

El circuito estaba completo, sus cuerpos se conectaron por la hoja metálica y la sangre que subía por su puño y por su brazo. Cuando sus miradas se encontraron, La energía lo inundó como un relámpago, Prometeo estaba vivo una vez más.




La caída

El campo estaba vacío, solo quedábamos los dos. Apreté el mango de la espada hasta sentir las bandas de cuero bajo el guante curtido mientras el gigante se elevaba frente a mí con su inmensa hacha de batalla, de la cual aún goteaba la sangre de mis hermanos.

El casco me impedía ver el bosque, de modo que mi mirada se concentraba en este ser, nacido en una cueva del infierno, hijo de bruja y demonio, que ahora levantaba un hacha que podía partir en dos un buey, mientras me miraba con un odio capaz de incendiar la tundra congelada de los reinos del norte.

Podía sentir el sol ardiendo en mi armadura y el sudor recorriendo mi cuerpo, podía sentir a la muerte vigilándome desde las sombras que proyectaban las grandes ruinas de la catedral profanada donde este monstruo había nacido, podía sentir las almas de mis hermanos, atrapadas en el filo de un arma creada en una forja de sufrimiento y maldad.

Su corte silbó, haciendo gritar al aire de dolor y asco; rompiendo por igual rocas tierra, barreras, trincheras y esperanzas. El polvo se levantó como un manto de oscuridad, apagando el sol; Así cerró mis ojos. La tierra llovió como una plaga enviada por un conjuro y llenó mi boca; así apagó mis oraciones, el estruendo  ensordeció toda la planicie, envolviéndonos en silencio; así apagó mi voz.

De rodillas en la oscuridad de la desesperanza, me apoyé en mi espada para ponerme de pie, busqué bajo mi armadura la medalla de santa Magdalena que mi madre me regaló cuando finalmente partí hacía el monasterio y la bese, sentí las lagrimas correr por mis mejillas y le mandé mi último pensamiento, esperando que mi amor la encontrara junto a la chimenea, rodeada de sus hijos.

El segundo corte atravesó la nube oscura sin avisar, solo vi el hacha un segundo, antes de unirme con mis hermanos.











Beso de fuego

Grau necesitaba desesperadamente ampliar su rebaño, desde el incidente incendiario solo le habían quedado dos donantes de sangre: Sandra (que había desarrollado una insalubre adicción a los mordiscos de su señor) y Camilo (que últimamente estaba perdiendo la batalla contra la esquizofrenia).

Se refugiaba en un apartamento pequeño rodeado de tugurios estudiantiles que bullían de actividad 20 horas al día, lo cual le daba cierto manto de anonimidad en este momento de necesidad, ya que el príncipe vampírico de la ciudad estaba iracundo con él y lo buscaba con mano de hierro desde hace algunas semanas.

Era una zona de alimentación de un señor menor, un neonato protegido por políticos ligeramente influyentes que se habían ganado el control de ese sector a cambio de pasar dos leyes que favorecían a la camarilla de manera significativa. Así que era mejor no llamar mucho la atención alimentándose de los locales de manera involuntaria.

Llevaba varios días sin beber: Se había sobrepasado con Sandra y la tenía flaca como modelo de pasarela (ella siempre le pedía más) y le daba miedo alimentarse de Camilo en estos momentos de persecución. Extrañaba a Oliver y a Jaime, los hermanos fuertes y sanos que murieron en el incendio del museo, su antiguo refugio; pero a quien más echaba de menos era a Clara.

Ella nunca le había pertenecido, no de la manera en la que Sandra, Camilo, Oliver y Jaime lo hacían. No podía contarla dentro de su rebaño: A veces se presentaba en el museo para brindarle unos sorbos de su vitae, otras solo se paseaba por los pasillos, sonriendo a las cámaras (por las que sabía que Grau la observaba con colmillos de león) y moviéndose como un cervatillo provocador en medio de las reliquias coloniales.

Su sangre le producía algo muy difícil de explicar, no como la de Oliver o Jaime, que lo llenaban de fuerzas y vigor, ni como la de Camilo que turbaba su mente de preocupaciones e intrigas. No, la de Clara no le provocaba ningún sentimiento, todo lo contrario: Se los llevaba. Lo dejaba en la oscuridad absoluta, desnudo en la palma de su creador, desposeído de toda culpa y remordimiento, lo arrancaba del infierno, lo expulsaba del cielo y lo dejaba suspendido en el limbo.

Hace dos semanas había confundido a una universitaria  con Clara, pero al acercarse notó la diferencia lúgubre de su almizcle y la sutil variación de su piel caramelo. Rabia, hambre y nostalgia le impidieron contenerse mientras bebía su sangre detrás del antro de metal, dónde la había llevado después de seducirla. Hacía varios años no chupaba hasta matar a su víctima, y aunque le extrajo su última gota de vida, la expectativa y la frustración mataron toda satisfacción del beso.

Esa noche acababa de aceptar una nueva oveja, un muchacho pequeño pero ambicioso que había sido testigo del asesinato de la imitadora. Llevaba casi una semana poniéndole pruebas y superándolas con ahínco. Acababa de pasar la última: Extraer los videos que la aseguradora tenía sobre el fuego en su hogar. Después de verlos lo recompensó con un beso breve, no quiso beber mucho de él porque tenía que guardar espacio.

- ¿Mi señor me mandó a llamar? – Sus ojos grandes y brillantes contrastaban con su figura escuálida
- Si, Sandra, esta noche me alimentaré – Grau odiaba que sonrieran durante el beso, pero esta vez ella ni siquiera se esforzó en aparentar el éxtasis

Las respuestas que él buscaba no las obtendría de sus labios si no de la última gota de su cuerpo, así que clavó sus dientes en el cuello de la mujer mientras ella se estremecía de júbilo y él se repetía la pregunta: ¿Por qué la quemaste?

miércoles, 16 de julio de 2014

El Gran Colombiano


Era una madrugada oscura en Santa fe. A esa hora en un día despejado ya habría asomado el sol, pero no en ese, este no quería irrumpir en la principal ciudad del país. Algunos curiosos abrían tímidamente los postigos para ver pasar a los dos condenados que caminaban con escolta por la calle adoquinada rumbo a la plaza mayor, pero muy pocos se atrevieron a salir. En la última semana las calles de la capital de la Gran Colombia habían estado desocupadas. Siete noches atrás estuvieron teñidas de sangre de leales y conspiradores. Aquella noche, 26 de septiembre de 1828, huyó por ellas un dictador en chinelas que se apuraba en acomodar las pistolas y la espada mientras buscaba refugio bajo un puente.

La plaza estaba llena de soldados, infantería y caballería copaban cada punto, ni rastros de la armada en ese paraje frio entre dos cordilleras. Un leve murmullo ahuyento el silencio reinante; algunos se cuadraron reconociendo a los oficiales, otros tomaron una actitud desafiante, casi burlesca ante los traidores.

Por la callejuela que conecta con la plaza de San Agustín apareció la guardia con los dos sancionados. A la izquierda el Coronel Juan N. Guerra, oriundo de Cali, caminaba cabizbajo con un uniforme al que le habían arrancado todas las enseñas de rango u honor que hubiese tenido alguna vez. Su aflicción era abrumadora. La presencia y tamaño del otro condenado hacían que pareciera más joven, liviano e inexperto. Con 27 años era un veterano y fiero guerrero, pero en ese oscuro trance solo añoraba las tardes soleadas junto al rio Lili, apreciando las miles de combinaciones de verde y esos olores traviesos de flores primaverales que en la mala hora se colaban entre sus recuerdos.

Sus ojos rojos miraron hacia los cerros orientales buscando algún indicio del santuario de Monserrate, como si allí algún santo patrono pudiera interceder por él, pero la montaña solo le devolvió oscuridad y frio. Agacho nuevamente la cabeza y se resignó a su suerte sintiéndose un extranjero en su propio país. Su acompañante de infortunio lo miraba con algo de compasión, y algunas palabras de consuelo se formaron en su mente pero no llegaron a la boca. El comandante, el guerrero incansable, ese acostumbrado a mandar y vencer en los peores trances, no estaba para ejercer el magnánimo oficio de la compasión. Torció el gesto, y las fosas de su nariz chata recogieron el aire de la madrugada para seguir caminando con dignidad y cabeza fría; buscando imponerse a sus verdugos.

El Almirante Jose Prudencia Padilla adoptó su postura más erguida y orgullosa para lucir su traje de General de División, ese que utilizaba en paradas militares y homenajes. El hombretón destacaba en el grupo porque le sacaba una cabeza a los demás y porque era Pardo. De madre Wayuu y padre negro, irónicamente el fundador y mayor héroe del  más elitista y excluyente cuerpo de las fuerzas militares, la armada de la república, fue un zambo.  

Los amarraron en los postes para su ejecución y allí duraron un par de horas. A las diez de la mañana apareció el pelotón de fusilamiento. Al frente estaba un sargento fondón, con cara picada de viruela y aliento a cebolla y ajo. Padilla noto que la hebilla de su verdugo no estaba centrada y tenía las botas sucias, eso lo molesto más que las manos atadas al poste por la espalda que ya ni siquiera sentía. Él, que había luchado en Trafalgar, que había sobrevivido al “Nelson touch”; él, que había escapado del sitio de Morillo a Cartagena con unos cuantos leales en un bergantín para reunirse con Bolívar en Jamaica; él, que había limpiado el Orinoco y el magdalena de españoles con simples flecheras; él, que había retomado Cartagena a sangre fuego; él, que había tomado el castillo de Bocachica organizando un desfile con sus buques llenos de guirnaldas y la banda de música de las fuerzas de Cordoba tocando marchas triunfales, en una de las primeras operaciones de guerra sicológica documentadas en Colombia. Él,- pensó- no moriría  fusilado por un pelotón de zarrapastrosos que ni siquiera seguían las formas y el decoro propio de un servidor de la república. Su voz de bajo barítono lleno la plaza. Ese hijo del mar, bendecido de Neptuno, que imponía su voz a tormentas, piratas, corsarios y bucaneros para que cada hombre y navío siguiera sus órdenes, trono más fuerte que en batalla,  - ¡Atalajense, inspección, formar!, si me van a matar que parezcan soldados no bandoleros. Oficiales en la plaza. -Los soldados se cuadraron inmediatamente, presa de memoria muscular y temor inconsciente a la voz de un oficial.

 La orden tomo por sorpresa al sargento que estuvo a punto de iniciar la inspección. Se recuperó y lleno de rencor se volteó hacia el patíbulo y con ese paso firme y decidido que da la rabia y la indefensión del oponente. Se acercó a Padilla y casi escupiendo las palabras le dijo -Los traidores, ni son oficiales, ni mandan- y acto seguido empezó a arrancarle las condecoraciones y las presillas, luego con una brusquedad que rayaba en el berrinche intentó quitarle la casaca. -¿No ve que estoy amarrado, torpe? Le dijo el Almirante. El sargento se retito y mandó formar. El soldado con las vendas caminó hacia el patíbulo, Padilla se negó a que taparan sus ojos.

Antes de la descarga, la voz del marinero se alzó de nuevo en la plaza ¡Viva la libertad!. Las balas acabaron con la vida del coronel Guerra de inmediato, pero el corpulento mulato, siguió con vida, respiraba con dificultad, puso su mirada en un charco que se empezaba a teñir de sangre y del que sobresalía la medalla que le habían dado al llegar a Cartagena después de liberar Maracaibo, cuando la alta sociedad lo recibió y lo llamaron el “Nelson Colombiano”. Sonrió recordando la cara de Montilla y el Tuerto Marquez viendo tamaño homenaje del pueblo y los notables de la ciudad amurallada al Pardo Padilla. Empezó a escupir sangre. El sargento ordenó recargar, - ahora apúntenle a la cara a ver si se muere este hijueputa-. El condenado logro murmurar algunas cosas entre las que el suboficial capto ¡cobardes! Antes de que la gran cabeza de pelo negro ensortijado se convirtiera en un amasijo de sangre y sesos.*              



*La Convención Granadina de 1832 rehabilitó la memoria del Almirante Jose Prudencio Padilla devolviéndole sus honores y condecoraciones, eximiéndolo de los delitos de los que se le acusaba. Eso sí Cuatro años después de muerto.    

El regalo

De nuevo una tarde gris, acompaña de algo de lluvia. Quizás mi única amiga al final de mi vida. Viéndola caer, gota a gota, mi cabeza se llena de recuerdos. A mi edad lo único que queda son recuerdos y las emociones que ellos despiertan. Sentado en este paradero de bus mi mente se llena de imágenes, todas de ellas con el mismo final, un rostro feliz.

La última vez que hice mi trabajo fue en un lugar como este, de hecho el clima y la luz de la tarde oscurecida por el cielo nublado y lluvioso parecen ser una copia exacta de ese día. Vicktor Klum esperaba el arribo del bus que tenía que abordar, que ironía.

Cuando vi su rostro, cada rasgo, arruga y marca del tiempo narraban el drama de su vida, de hecho la primera impresión que me llegó fue que estaba completamente preparado para lo que se venía, más que esperar un simple bus estaba esperando el final de una larga jornada.

Lentamente me acerqué él, cuando advirtió mi presencia una extraña familiaridad cruzó por sus ojos, su mirada hizo que todas mis intenciones se desnudaran ante él. Inmediatamente bajó su vista hacia el paquete que llevaba entre mis brazos y una frágil sonrisa se dibujó en su boca.

Al acercarme, Vicktor, hizo espacio en la banca, enviándome una invitación tácita a sentarme. Sin pronunciar ninguna palabra o dibujar ningún gesto la acepté. Pasaron algunos segundos antes de que se emitiera alguna palabra. Fue Vicktor quién se animó a hablar primero. En realidad no comprendí muy bien lo que dijo. Una extraña sensación corrió por mi cuerpo mientras hablaba, digo extraña porque en ninguna de mis encomiendas anteriores lo había sentido. Siempre me había acompañado una fría emoción del deber ser. Pero en esta ocasión fue casi como si compartiera con Vicktor las emociones que de él emanaban.
Finalmente supe por la posición de sus manos que esperaba el paquete que yo llevaba, un sudor frío corrió por mi cuerpo en el momento en que se lo di, un corriente de inseguridad me estremeció en la boca del estómago. Lentamente desató el lazo que lo envolvía y extrajo la caja plateada. Con el solo tacto de sus manos la caja comenzó a mover varios mecanismos intrincados, cada vez que esto pasaba la caja se comportaba de forma distinta, unas veces se abría inmediatamente, otras tardaba tanto tiempo que lo hacía parecer como una eternidad. Con Vicktor fue rápido o eso pareció. Al final una luz, siempre una luz, cada vez de un matiz distinto. Nunca me atreví a ver que había en su interior, sin embargo por la cara de todas las personas a las que se los entregué parecía ser algo bonito. Siempre aparecía una mueca de felicidad. Aun no entiendo por qué, sabiendo el futuro que les deparaba siempre parecían verse felices.

Vicktor se comportó de igual manera, una luz violácea apareció y a la par su rostro se cubrió de felicidad y nostalgia. Los pocos segundos que duró creo que debieron ser de los más felices de su vida. A pesar del momento sabía que tenía que terminar el trabajo, a pesar de mi vacilación inicial sabía que tenía que desenfundar el puñal y acabar con su vida. A pesar de todo lo hice.


Ahora que me entregas este paquete creo entender todo lo que vivió Vicktor aquel día. También entiendo el porqué de los rostros embargados de felicidad. Es  a mi pequeña Mary a quien me está mostrando la caja. Quizás no pude esperar un mejor regalo que éste para este momento. 

La jaula

Al comienzo traté de no dejarme vencer por el miedo, cerré los ojos y contuve las arcadas,  intenté calmar mi respiración, me concentré en exhalar e inhalar cada vez más despacio,  traté de no pensar en el silencio que me rodeaba, conté los latidos de mi corazón tratando de notar si subía o bajaba el ritmo, de suprimir los movimientos reflejos del pecho, del estómago y los ojos. Por horas organicé mis pensamientos, traté de ser razonable, analítica, de procesar lo que pasaba. 

Sabía que ella sabía que yo estaba cerca, Podía sentir como su cuerpo reaccionaba, los vellos se ponían en punta, la sangre a flor de piel, el corazón aceleraba su ritmo, la respiración se agitaba, sus labios se entreabrían, nuevas lágrimas recorrían el mismo camino de las que ya estaban secas en sus mejillas, su rostro se perlaba con nuevas gotas de sudor, sus músculos se tensaban, expectantes, me atrevería a decir que excitados.

Ayer lloré. No podría decir por cuánto tiempo, lloré hasta que sentí que las lágrimas habían recorrido todo mi cuerpo, lloré hasta que todo a mi alrededor se convirtió en llanto, hasta que los olores nauseabundos se apagaron, hasta que el sabor en mi boca se desvaneció, hasta que el dolor de mis manos se perdió en el entumecimiento, hasta que toda mi piel estuvo mojada. Lloré hasta que mi consciencia se ahogó en lágrimas.

Su risa llega hasta aquí, la he escuchado todo el día; a través de las paredes, a través del programa de la tele, a través del chorro de la ducha, a través de las canciones que tarareo en mi cabeza. Hace un minuto noté que estaba gritando una canción, solo para no escucharla. ¿qué le divierte? Por qué cuando yo estoy allí, con ella, solo parece un objeto inerte? ¿Por qué no me busca en la oscuridad?
¡¡¿POR QUÉ SE ESTÁ RIENDO DE MÍ?!!

Desperté rodeada de suciedad, la sentí en todo mi cuerpo, en las sogas, en la tela en el pelo. La sentí entrar en mi boca, en mis ojos, en mi nariz, la sentí reptar por el interior de mis piernas. El pánico se apoderó de mí, no pude controlarme, gasté toda la fuerza que me quedaba luchando contra las paredes, contra escombros, contra basura. Gritando hasta que perdí la voz, hasta que caí al suelo y dejé que la suciedad me rodeara, me engullera, me poseyera. Hasta que desaparecí en su interior.

Hace días no la escucho, he empezado a extrañar su risa, su forma atenta de escucharme cuando le contaba mis problemas, sus suspiros, cuando creía que no lo notaba, extraño su silencio cuando yo necesitaba solo un hombro sobre el cual llorar, extraño sus gritos, cuando quería que la escuchara, extraño su llanto cuando quería que no la dejara sola. Quiero tocarla, quiero abrir sus piernas y romper su blusa, quiero arrancarle el pelo y comerlo, quiero encerrar sus gritos en una botella que solo yo pueda abrir, quiero que ella me golpee, que me penetre, que lloremos juntos, y sangremos juntos.


He perdido la esperanza, ahora sé que no hay salida a esta jaula, mi mente juega con los sentidos, me miente con aroma de café recién hecho, con imágenes de personas que quieren ayudarme, con un cielo despejado que me muestra una piel, llena de heridas, me miente con sensaciones placenteras que me alejan de  un cuerpo adolorido. Estoy imaginando esta silla, estoy imaginando la nube que pasa frente al sol, estoy imaginando a este hombre que se acerca sonriendo, estoy imaginando que me dice que me conoce, que extraña mi risa, mis gritos, mis silencios.

Diario (2)

Día 2

En noches como esta no puedo sino pensar y darle vueltas a lo mismo. Mi cabeza es como una ruleta, le apuesto al doble cero pero sólo logro ver las sombras borrosas de los colores de mis pensamientos, el rojo se transforma en negro y el negro en rojo, ¿dónde está el verde? En la escuela dijeron un día que el verde es el color de la esperanza. Pura mierda. El verde sólo me recuerda las largas y estiradas pizarras del Instituto, las soporíferas charlas de la maestra, las bromas insulsas de los compañeros, los días en balde allí sentado. ¿Y qué podía hacer yo? Sonreír. Mimetizarme. Ya sabes, hacer la tarea, no llamar la atención, obedecer. Sonreír otra vez. Otra noche y el verde no llega, quedo perdido entre rojos y negros. Entre Él y Ella. Entre el ocaso y la sangre.

-Antonio.


II

Todos en casa estaban de acuerdo con que Tomás estaba teniendo un mejor semblante. El Padre, que siempre fue pesimista, aceptó que en las últimas semanas lucía un tanto diferente. -Algo lo debe estar entreteniendo- se permitió teorizar. Matina sólo asentía dándole la razón al Padre, que por cierto casi siempre la tenía. Los orgullosos títulos académicos, que ahora guardaban polvo en el estudio, le permitían pontificar sobre casi cualquier cosa. Antonio lucía tan bien como siempre. Más atlético que su hermano siempre intentaba retarlo en juegos físicos bruscos. Cuando Tomás no podía huir terminaba en el suelo o golpeado. Un martes de cuaresma, Tomás aceptó uno de aquellos desafíos de Antonio. Se midió en una riña, se tomaron de los brazos e intentaron tumbarse con los pies. Tomás logro deslizar el pie derecho entre los dos pies de Antonio y haciéndo una especie de gancho intentó barrer ambos pies de su hermano. Antonio más ágil movió uno y después el otro pié, el de Tomás siguió de largo y bastó sólo un pequeño empujón para que Tomas estrellara su cara contra el piso. Matina gritó y corrió hacia ellos cuando la sangre emparamó la cara de Tomás que ahora tendría una cicatriz en su ceja izquierda el resto de vida.


Tres días después de haber tomado la decisión, Tomás estaba mucho mejor que de costumbre. Una tarde el Padre y Matina tuvieron una conversación al respecto en la cocina. Mientras los chicos estaban en la escuela. -Es hora de que Tomás vuelva a ser el de antes-, comenzó a monologar el Papá. Como de costumbre en esas conversaciones, Matina asentía cada cuatro minutos y treinta segundos, estaba perfectamente acompasada como esos pajaritos de madera que cada tanto picotean maiz imaginario en la superficie sobre el que están puestos. Para nadie en la mesa pasaban desapercibidos los cambios en Tomás. ¿Más callado? ¿Más tímido? ¿Más torpe? Conceptualizarlo no era fácil, ni siquiera el Padre después de cuarenta minutos de animada perorata lo había logrado. En últimas, se dijo, el paso por la niñez no le había dejado completamente feliz. Tomas sólo asentía mientras ejercitaba contra argumentos y réplicas en su mente. Quizás, pensó, debió haberse levantado, haberle gritado a todos en la cara que Antonio estaba bien, que quien necesitaba de su preocupación era él, que estaba a punto de cometer un asesinato y nadie prestaba atención, que terminaría pudriéndose en una cárcel, que él estaba ahí al frente de sus narices y nadie decía ni fu ni fa. Pero Tomas no se pararía y alzaría la voz de esa manera. Más bien animó la conversación, opinó, señaló, se preocupó e incluso llegó a expresar su apoyo.   

Mi nueva familia

La sopa sabía un poco salada, pero estaba caliente y eso era todo lo que necesitaba para gustarle. La cena transcurría en silencio entre miradas nerviosas y Pablo sentía algo de presión para llenar el vacío mientras la familia Agudelo le tomaba cariño.

- Cuando mi papá salió de la cárcel me enseñó el  secreto de la felicidad - todos lo miraban sin llevarse la comida a la boca. Comenzó a numerar usando los dedos - alimento caliente en el estómago, - hizo una señal con la mano y todos, menos el señor Agudelo, tomaron un poco de sopa – un techo donde dormir abrigado y una familia a la cual amar. – Sonrió masticando con la boca entreabierta y miró a la mujer madura – Rosaura, acabas de hacerme feliz.

Lo que había olvidado, seguramente de manera intencional, fue lo que su padre dijo después de haberle enseñado su máxima lección de vida “…y en prisión dejé las tres”.

El señor Agudelo respiraba fuertemente desde la cabecera del comedor mientras escuchaba hablar a Pablo. Jugaba con la idea  de tirarle un cuchillo, pero el peso de las cadenas y los sollozos de su hija lo desmoralizaban.

- ¿Qué te pasa, Isa? – dijo Pablo tocándole la mano a la adolescente que tenía sentada al lado - No te había visto llorar durante este mes que los he estado observando ¿acaso tu novio te hizo algo? – la muchacha se estremeció al sentir la mano fría sobre la suya y exhaló un quejido de temor – solo dímelo y papá y yo nos encargaremos de…
-No es tu papá ¿cierto mami? – interrumpió Nicolás, el niño pequeño sentado al lado de Rosaura.

El señor Agudelo, Isabel y Rosaura lo miraron al tiempo con los ojos bien abiertos, tratando de decirle con la mirada algo que un infante no entendería.

 - Esa no es manera de hablarle a tu nuevo hermano, Nico, vas a ver que nos llevaremos muy bien, tenemos mucho en común. – El niño miró confundido a su madre, pero Rosaura estaba mareada por el penetrante olor a gasolina que inundaba el comedor.

Los grilletes herían los tobillos del señor Agudelo, y estaba cansado de sostener la sonrisa que Pablo les obligaba a fingir, pero cada vez que alguno de su familia se salía un poco del improvisado guion, Pablo mandaba la mano inconscientemente al mechero que tenía en su regazo, eso era suficiente para volver a la pantomima pues todos lo notaban.

- Ustedes son mi tercer familia y ya saben, tres es un número sagrado, jaja jaja, son los elegidos – Isabel no pudo contener las lágrimas y deformó su cara en una mueca al recordar las noticias – ¿Qué pasó? – se levantó apresurado y le acarició el cabello – ¿Tienes miedo de lo que sigue? No tienes por qué, vamos a estar juntos, como la familia que somos, vamos a viajar con amor – dijo mientras le dedicaba una tierna sonrisa y le besaba la frente.


Terminó de comer, se acarició la barriga satisfecho, encendió el mechero y lo levantó. Los padres estallaron en gritos y súplicas y los hijos rompieron en llanto aterrorizados. El señor Agudelo le hizo mil promesas a Pablo para que lo apagara y le ofreció, desesperado, cosas que le serían imposibles de conseguir – No es necesario, papá, tenemos techo, comida y familia, te amo – y dejó caer la llama en la alfombra empapada de combustible.

jueves, 10 de julio de 2014

Laptop

Las últimas noches solo pude dormir escuchando las canciones que Anasol dejó en mi laptop, claro, reproduciéndolas en mi mp4 para no gastar inútilmente la batería.
Era una carpeta de canciones que le encantaban de grupos que, la verdad, no le gustaban tanto. Una hora y trece minutos que la conectaban con capas subcutáneas de tranquilidad y felicidad, una hora durante la cual ella parecía tener una razón para existir.

No tenía que decirlo ni uno tenía que ser psicólogo para notarlo: Ojos vidriosos, una ligerísima sonrisa, su leve inclinación de cabeza y la mirada perdida. Si la mirabas durante ese momento, ella te la devolvía y pronunciaba más su sonrisa, mostrando los dientes y unos casi imperceptibles hoyitos en las mejillas.

Ese es el recuerdo que tengo cada vez que suena mi mp4, no las discusiones, los arranques de celos ni los cambios intempestivos de ánimo que caracterizan a los artistas. Ese es el recuerdo que tengo cada noche cuando miro el cielo despejado y las estrellas son visibles gracias a la ausencia de electricidad en el planeta.

La noche pasada la batería del mp4 se terminó y la pasé en vela, tomé la decisión de no prender mi computador y cargarlo pues aún me faltan varios días para llegar a un refugio con energía. No cometeré ese error esta noche, así me gaste el 27% de carga restante.

Hoy atravieso las ruinas de una ciudad mediana que extrañamente no fue consumida por el fuego. No hay rastro de Anasol. No hay rastro de nadie. Al parecer todos huyeron hace 28 días, después del gran apagón, tal vez pensando que fue una emergencia local y buscaron refugio en la ciudad grande más cercana. No pudieron estar más equivocados.

En este momento me preocupa superarla, dicen que 30 días son suficientes para dejar cualquier vicio y, ya que eso era ella para mí, tengo miedo que deje de importarme. ¿Qué razón tendría para seguir adelante si no es para encontrarla? ¿Acaso me importaría llevar mi computador muchos kilómetros más al lugar donde están recogiendo toda la información de lo que fue nuestro mundo?

Igual, con solo un 27 % de batería no creo que obtengan mucho: el historial de Internet, unos cuantos libros y unos mapas, no alcanzarían las películas ni la música. Es posible que otras personas ya aportasen lo que llevo.
Realmente viajo para encontrarla, en oposición a Julio Cortazar, “camino buscándola, pero sabiendo que camino para no encontrarla”.

Últimamente he sido un poco más realista, la idea de hallarla se desvanece cada noche, pero tal vez al llegar y conectar mi laptop, entre toda la información que se está reuniendo, alguien tenga una imagen o un video de una exposición suya o de cualquiera de sus obras. Ideas tontas.

La noche se acerca y busco refugio en las últimas casas de la ciudad que atravesé, prendo el computador y conecto el mp4, cierro la pantalla pues ni siquiera tengo una foto de su cabello lacio y negro para ver mientras tanto, solo tengo su música.


29 días sin despertar a su lado, mañana tal vez ya no la extrañe, pero al menos esta noche, soñaré con ella.

miércoles, 9 de julio de 2014

El Diario (1)


Día 1

Simplemente no soporto. No soporto salir a la calle y ver a esas personas caminando sin dirección. O con muchas, convencidos de que sí la tienen, orgullosos de tener un a-donde que los resguarda, un lugar que los aleja de mi. De nosotros. Los hambrientos. Los que sentimos la fatiga, el ardor, y tenemos que complacernos con el pálido alivio de una palmada en la espalda, de una sonrisa falsa, de un estrechón de manos que parece más una temerosa caricia. Darse cuenta qué tan afuera estás de Su mundo es un camino largo. Algunos pensarían: ¡qué valiente!, pero ni siquiera me parece digno. Las únicas cosas dignas serán aquellas que te lleven a un lugar mejor. ¿Muerte digna? Un oximorón sin significado. No hay muerte digna así como no hay agonía feliz. El camino del Héroe no me seduce, prefiero el camino de la Rata: merodeas, te confundes con ellos -peores que tú-, inundas sus espacios, ruñes su comida cuando puedas, a la menor oportunidad los enfermas y eres tan escurridizo que no se darán cuenta. El Héroe saca pecho por sus logros, para la Rata nada es un logro. Todo es supervivencia.

-Antonio.


 I

Esa tarde, mientras miraba a su hermano agacharse para saludar de beso a Matina, Tomás decidió que lo mataría. Verlo ahí parado, tan alto, tan engominado y tan oloroso no pudo sino producirle nauseas. Salió del comedor al jardín, tomó una piedra y la arrojó lo más lejos que pudo espantando un perro que se perdió entre ladridos y aullidos. ¿Cómo lo haría? Él mismo no sabía si estaba preparado para semejante cosa. La única arma que alguna vez podría tener a la mano es un cuchillo, pero no quería mucha sangre, al menos no encima de él. Imagino el olor y la cálida temperatura y se mareó. ¿Cómo lo escondería? Quizás no podría cometer un crimen perfecto, no era lo suficientemente listo ni tendría los recursos, pero debería tener una tapadera. Lo principal sería que Ellos no se dieran cuenta.

Esa noche, Tomás tuvo que salir de su cuarto y cenar de nuevo con todos. Tomás sentía como si esas cenas se alargaran por semanas enteras. La mesa del comedor parecía extenderse hasta el punto último de su línea de fuga, distorsionandose ligeramente hacia la derecha, huyendo del salón hacia la puerta, tal y como él hubiera querido hacer. Estaban sentados todos. El Padre, reluciendo una orgullosa calva llena de verrugas y lunares, Matina, con esa cara de mujer servil y fracasada tan común entre las amas de casa, y Antonio sentado y comiendo como si no existiera nadie más en el universo. Tomás sólo miraba la sopa, caliente y desabrida, y jugueteaba con la cuchara haciendo que se enfrentaran en el caldo las zanahorias y los chícharos.

Matina comenzó una charla vacía y torpe. El Padre, asentía con la mirada y de vez en cuando vomitaba alguna respuesta sosa. Antonio sonreía y agradecía las lisonjas de los dos. Tomás pensaba en aquella canción que escucho esa tarde en la radio: “Carmelita hold me tighter / I think I'm sinking down / And I'm all strung out on heroin / On the outskirts of town”. En ocasiones, Tomás se permitía el placer vergonzoso de imaginar una vida radical. Tener algo por lo que morir, aunque fuera una adicción. Tener un amor imposible, aunque fuera una puta en Nogales. Pero a la vez, Tomás sabía que nada de eso sucedería. Lo supo desde su adolescencia, más o menos en el punto exacto donde las personas comienzan a considerarse a sí mismas como tales. Mucho antes que sus padres, por supuesto. Matina y El Padre no habían dejado de pensar que Antonio y él eran unos críos pequeños y seguramente nunca lo harían. Por eso Tomás debería ser lo más cuidadoso que pudiera no se perdonaría defraudarlos una vez más.

El nacimiento

New York Times
Por Tony Cross Enero 34 de 2008

Toda historia de héroes o villanos tiene un inicio y ésta no será la excepción. Por ahora a nuestro protagonista lo conoceremos como Bran. Él como cualquier muchacho de esta época creció con la influencia de comics, videojuegos y series en donde aparecían personajes con poderes especiales que los volvía únicos y famosos. Obviamente, Bran, como todos los demás chicos de este siglo en algún momento soñaron con tener esa clase de dones y bueno... Hacer lo que se supone que se pueda hacer con esos poderes.
Sin embargo Bran, como los demás chicos era tan aburridoramente común que quizás en ningún momento pensó que podría ocurrirle lo que tanto anhelaba.
Es más lo único que lo distinguía era su talento, construido por años, de ver, rebuscar y repetirse tanto producto relacionado con estos temas que saliera al mercado. Con el paso del tiempo se había convertido en un devorador de comics y todas esas cosas, y claro, así mismo había adquirido cierto aspecto visual que lo estereotipaba: los clásicos anteojos, algo de acné (a pesar de sus treinta y pico de años), pelo hirsuto algo descuidado, un poco de sobrepeso, un ajuar repleto de prendas alusivas y algunos gadgets que terminaban de identificarlo y darle algo de seguridad. Su llavero en forma de sable de luz, correa con el logo de Batman, celular con carcaza de Wolverine (en el que se desplegaban un par de garras en los costados después de accionar un botón) y la infaltable billetera de Aquaman (en realidad no queda muy claro, qué veía en un hombre – sirena capaz de hablar con bacalaos, pero era su héroe favorito).
Así, grosso modo, Bran vivía su día a día. Lunes de estrenos de series, martes de descarga y lectura de comics, miércoles acompañado por sus series favoritas de sci-fi vintage, jueves de más comics y viernes y fines de semana de mmorpg´s y juegos de video en general. Todo entrecruzado con eternas madrugadas participando en cuanto foro o blog encontrara sobre sus gustos.
De repente Boom, así fue como Bran terminó adquiriendo sus habilidades. Pero creo que no queda muy claro de qué forma ni cuáles, cierto. Así que lo tomaremos con más calma.
A lo largo de varios años en los que Bran fue participando en miles de hilos, se comenzó a dar cuenta de que tenía una especial capacidad de cagarle el final de todo a todos. Básicamente su habilidad radicaba en una simple ecuación. Rapidez de Bran para consumir todo tipo de productos + eficiencia para compartir sus opiniones, predicciones y algunos contenidos = Los madrazos de muchos que sin querer queriendo terminaban topándose con cuanta cosa había escrito nuestro protagonista.
Su don no era una gran inteligencia, ni un caudal infinito de dinero o súper fuerza, ni una velocidad de carrera que superara sus lentos 4Km/h o cualquiera de esas cosas a las que estamos acostumbrados a ver en la tv o en el cine. Simplemente era su capacidad de embarrarle el final a todos. Por lo que sistemáticamente, Bran, fue siendo banneado de cuanto foro o blog participaba. Claro está, para él esto supuso una gran frustración. Su don, era poco a poco aislado de la sociedad y si llegaba al punto de que nadie pudiera leer o ver lo que él escribiera ya no seguiría siendo algo especial.
Y he aquí el nacimiento de un supervillano, o así lo pensó él durante unos segundos, no sabía muy bien qué rol interpretaba en el asunto maniqueísta de la eterna lucha entre el bien y el mal de los comics que leía o de los juegos que jugaba. Sin embargo, sabía que tenía una misión y que su objetivo era spoilear todo, categóricamente todo. Y así, sin más queridos amigos nació una nueva figura Spoilerman, encargado de sabotear todo lo que consumimos, buscando por todos los medios de llegar a cada uno de nuestros hogares para contarnos que va a pasar mucho antes de que lo podamos ver, leer u oír por nosotros mismos. Atemorizándonos por cada link que abrimos, cada click que damos. Esto señores y señoras, es una amenaza, una amenaza real, es asakl es bkjsd aajs asdajdkakj aksldjkalsdjkasdaccnmz zz xm  s...

Instituto Psico-Neuótico para los muy muy locos.
Escrito 008/Paciente Bran Petterson.
Efectos después del consumo de LK-192 

DESPERTAR

Otro despertar, otro día que me recibe con viejos dolores, fantasmas que se rehúsan a abandonarme. Mi mente hace que mis ojos duelan con la luz de las lámparas, la que hace que cada movimiento se sienta como un centenar de agujas contra los huesos, la que hace que la boca sea un desierto, lleno de arena, en el que se arrastran las palabras, agonizando.

Estos momentos, justo después de despertar, en los que aún soy prisionero en una celda que se niega a obedecerme, es cuando los recuerdos son más vívidos, cuando escapo de los dolores fantasmas a través de la memoria. Vuelvo a casa, a los pastos verdes, al olor de una sopa que hierve en la cocina,  a la voz de mi madre que me llama, a mi perro, que me despierta con su aliento a tierra, al cielo azul, al pelo de mi primera novia entre mis manos, al sabor de
tuti fruti que tenían sus besos, a su mirada que me hipnotizaba cada vez.

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As follows

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Mi pequeño pueblo se desvanece y aparece la universidad entre nubes de humo, el cigarrillo que siempre traía ella en la boca, el sabor amargo en su saliva, su mirada cuando estábamos solos, lo que me enseñó y lo que descubrimos en esas noches de licor y drogas, el olor de su sudor y de su perfume artesanal, las clases, cada vez menos importantes, nuestros viajes, cada vez más lejos, nuestras peleas, cada vez más violentas.

Nunca debimos tener hijos, ella quería una solución y yo quería un legado, pero se convirtieron en el pozo negro donde ambos dejábamos nuestro odio por el otro, donde la rabia se acumulaba y la frustración se convertía en una enfermedad. Cuando ella al fin se los llevó el apartamento se convirtió en una cueva llena de recuerdos que como buitres, me destripaban cada noche.

<? [Flat File Source [1]] Error: The column delimiter for backup "Collin.George" was not found.Dim ); ?> <hInst As Integer ); ?> 'Enter the name of your persona backup file <? [The file is not a valid DLL and demonstrates resistance top purge [0];?> [Flat File Source [1]] Error: An error occurred while loading backup persona on morph[0]; ?> [SSIS.Pipeline] Error: SSIS Error Code DTS_E_PRIME OUTPUT FAILED. ?>" /> 

La guerra llegó sin avisar, sin darnos tiempo de decir adiós, cuando las primeras explosiones devastaron Las Vegas, todos en la base lunar lo atribuimos a los grupos extremistas de siempre, pero cuando Nueva York y Beijín fueron borrados de la existencia, el horror se apoderó de nosotros. Recuerdo buscar con pánico el rastro de Melissa y Carl, a pesar de no haberlos visto en más de 30 años, en esas infinitas horas me enteré de sus vidas, de sus hijos, de sus nietos, de sus mascotas. Los amé de nuevo, los amé como si nunca se los hubiera llevado su madre y los lloré cuando sus nombres se sumaron a la lista de muertos que se incrementaba constantemente desde que los titanes empezaron su ataque contar la humanidad. 

Cuando me ofrecí a trabajar en la capa exterior del sol cosechando energía, mis compañeros pasaron días tratando de disuadirme, me hablaron de los años enteros sin contacto, me hablaron de el lenguaje basado en cambios en las manchas del lomo, en el cuerpo con forma de ballena que habitaré me hablaron del infinito silencio, me hablaron de flotar por décadas en un mar de plasma. 
Quiero olvidar, olvidar mis viejos músculos, mis viejos ojos, mi vieja boca, mi vieja vida, quiero músculos de metal enlazado en cerámica, quiero ojos inundados de nanobots receptores que traducen en estímulos electromagnéticos los datos que capturan en todo mi cuerpo, quiero esta nueva vida, en este cuerpo sintético, que no necesita oxígeno, luz, agua, comida o compañía. Quiero estar solo de nuevo. 

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