Reglas

1. Las entradas deben ingresarse terminadas, hasta las 12:00 de la noche del miércoles de cada semana.

2. A partir de la fecha de publicación, los miembros del blog deben comentar en cada entrada, con impresiones, consejos y correcciones (de ser necesarias) hasta el viernes de la semana de publicación.

3. El autor de la entrada debe hacer los ajustes que sean pertinentes antes del siguiente miércoles, fecha en la que debe publicar su nueva entrada.

miércoles, 25 de abril de 2012

héroes cotidianos


El sitio era perfecto para una emboscada: las altas paredes creaban estrechos corredores que incrementaban la ansiedad en cada uno de nosotros y los sonidos se amplificaban en la atmósfera encerrada, John caminaba al frente, tratando de pisar con cuidado y midiendo cada movimiento, agazapado tras él estaba Melissa, que no paraba de mascullar palabras en voz baja para mantener el control, justo detrás iba Marcos, que cargaba una pesada maleta llena de implementos que se había robado y esperaba vender,  finalmente, cerrando el grupo íbamos maría y yo, ella apretaba mi mano nerviosa y yo no paraba de sudar bajo el peso de nuestros bolsos, había sido un día lleno de preocupaciones y tensión por lo que este trayecto me resultaba especialmente difícil.
Delante de nosotros se extendía una configuración laberíntica de esas que todos odiábamos tanto, tendríamos que internarnos y una vez más sortearla rezando para que no nos descubrieran. A veces sentía que estábamos peleando una batalla perdida y que así pudiéramos escapar hoy, tal vez no podríamos hacerlo la próxima vez, pero la promesa de un para de días junto a María sin preocuparnos por nada de esto, era suficiente para impulsarme, creo que a los demás les pasaba lo mismo, yo sabía que la familia de John lo esperaba en algún lugar del sur, que el hijo de Meliza debería estar por cumplir 12 años y que Marcos estaba a punto de casarse, todos teníamos algo por que seguir en esta lucha sin fin, siempre escapando.
De pronto algo se movió a nuestra derecha en una zona donde las sombras no nos dejaban ver nada, recuerdo que María apretó mi mano con fuerza mientras yo me interponía entre ella y lo que fuera que se movía en la penumbra, un segundo movimiento hizo que John apretara el paso del grupo y nos dejara rezagados, alcancé a enviarle una mirada de odio profundo antes de sentir a María ahogar un grito y apretar mi mano más fuerte, me voltee a tiempo para sentir como algo saltaba hacia nosotros.
-los vi pasar y tenía que unirme-
-¡MALDITA SEA VICENTE, CASI ME MATAS DE UN SUSTO!
El anciano se apresuró a ponerse en línea mientras con la mirada nos empujaba  hacía delante, reanudamos el paso esperando que John no hubiera decidido abandonarnos en medio de este laberinto o que hubiera sucedido algo peor. 
Después de unos minutos logramos alcanzar a los demás mientras esperaban frente a una encrucijada, John no estaba seguro que el camino correcto y pude notar por primera vez  el peso de la responsabilidad en su rostro, detrás suyo se estaba Meliza que perdía la paciencia a cada instante y finalmente Marcos, que fue el único de los tres que sonrió al vernos después de un instante de alegría y un abrazo inesperado de Marcos con Vicente, la tensión volvió a sentarse sobre nosotros como una bruma, Meliza no dejaba de mover ansiosa e impaciente las piernas y mirar casi compulsivamente su reloj, era cuestión de tiempo para que estallara y nos pusiera a todos en la línea de fuego.
John repasaba las direcciones como un mantra, “izquierda, izquierda, derecha recto dos espacios, izquierda de nuevo, derecha hasta el fondo, izquierda…” y volvía a empezar.
Al fin sucedió lo inevitable, Meliza se levantó olvidando todo lo que habíamos practicado y empezó a correr en dirección a la salida mientras apretaba su bolso con fuerza, todos sabíamos que era solo cuestión de tiempo para que la puerta se abriera y todo terminara sin embargo deseábamos con todo el corazón que lo consiguiera.
El sonido era familiar para todos, el metal gritaba mientras giraba sin suficiente lubricante,  la luz inundó los callejones y corredores llenándolo todo con ese brillo palido y mortecino de las lámparas de neón, Meliza giró la cabeza e intentó esconderse, pero ya era muy tarde.
Finalmente llegamos al final de un corredor particularmente largo y sin salidas laterales, era una ruta muy arriesgada, pero John la había elegido porque decía que nos llevaría más rápidamente a la salida, un par de metros antes de llegar a terreno abierto ya podíamos ver las señales que indicaban que podíamos escapar, todos aceleramos el paso olvidándonos simultáneamente de cualquier precaución, la ansiedad nos impulsaba a dar pasos cada vez más largos, a olvidar la angustia de todo el tiempo que pasamos encerrados, casi podíamos sentir el viento en nuestras caras.
De repente el sonido familias de las bisagras cediendo a la presión y el reflejo de las luces de neón que nos golpeaba de lleno arrebatándonos el color, john se congeló y pude ver el pánico en sus ojos cuando giró la cabeza para ver de dónde provenía en sonido.
-John…pensé que ya te habías ido, ven, quiero que aprovechemos el tiempo y adelantemos algunas cosas para el lunes, mira, encontré a Meliza hace un rato y también se ofreció a ayudarnos…
Sé que pude haber ayudado a John, creado una distracción en la sala de fotocopias, haciendo algún sonido en el dispensador de agua o simplemente encendiendo una luz en algún cubículo para desviar la mirada del jefe, pero John sabía como yo, que al final del viernes las amistades de oficina son  carne de cañón, él hubiera hecho lo mismo.

miércoles, 18 de abril de 2012

vida zombie

Estar muerto no es tan malo; es decir, despertarte en un cajón sin tener ni idea qué diablos haces ahí y sintiendo como si todo tu cuerpo estuviera sumergido en gelatina no es nada agradable, pero podría ser peor ¿no?, podrías estar muerto.

Al principio por supuesto entras en pánico, gritas, tratas de llorar o simplemente ver algo en esa maldita oscuridad… Usualmente es ahí cuando descubres que tu cuerpo ya no funciona como antes, no sientes las lágrimas rodando por tus mejillas ni el ardor en tus ojos, no sientes el dolor en tus puños ni en tus rodillas a pesar de que escuchaste como se rompieron los huesos contra la madera, pero sobre todo descubres que no estás respirando cansado, es más, no estás respirando en absoluto.

Ese es el momento clave amigo, ahí es cuando todo se puede ir directo a la mierda: puedes enloquecer y abrirte paso hasta la superficie en un ataque de histeria que termina por estropearte las cuerdas vocales y desgarrarte todos los músculos del cuerpo, lo que te deja como un maldito zombie…emmmm bueno, como uno de los de las películas, digo, tú sabes, los que se mueven lento y solo emiten pequeños gemidos bastante molestos… como el pobre pete, Dios sabe que es un buen tipo, pero es tan lento que ni siquiera puedes ir a un bar con él sin generar una maldita estampida o peor, una turba de idiotas que te quieren volar los sesos, y ni se diga si quieres ligarte una nena, ¡es completamente inútil como cómplice! No hay ninguna mejor amiga, por fea que sea, que quiera pasar la noche con el chico tímido que huele a diablos de la esquina, ¡ni siquiera las satánicas del bar cerca al parque! Y esas perras se acuestan con vampiros, hombres lobo, hombres tigre, hombres perro, hombres colibrí , ¡hasta hombres rata! Pero llegas tú con Pete que no se ha ligado una nena desde que salió de su agujero hace como 20 años y de repente todas tienen estándares, algunas hasta me han preguntado si aún funciona mi “amigo” ¡claro que sí! funciona como un cañón hombre, es decir no estoy muerto ¿sabes? O bueno, sí lo estoy pero mi amigo no lo está…bueno, sí lo está y de hecho ya no funciona tan bien como antes, debes inflarlo con una bomba unos 20 minutos antes y…. ¡ese no es el caso, demonios! El caso es que las perras del peor antro satánico de la ciudad de repente tienen estándares cuando les dices que eres un zombie y entonces te encuentras acompañado de un tipo que es peor que un retrasado y que espanta a las nenas como el sida, que te mira con ojos de perrito mientras te pide con gemidos inentendibles que no lo dejes solo y bueno, hasta ahí llega tu noche.

Bueno pero volvamos al cajón; si eres listo no pierdes la calma y empiezas a abrirte paso lentamente hacia arriba, lo cual puede ser un poco difícil si eres un mueble viejo, así es como les decimos a los que se despiertan después de un par de años, cuando la carne está dura y tienes el estómago lleno de gusanos. Después de un par de días o meses, en realidad no tienes forma de saberlo, llegas arriba, si eres afortunado es de noche y no hay nadie, pero no siempre es el caso, he escuchado historias de tipos que salen en medio de otro funeral, con la ropa rota y las tripas en la mano ¡eso sí debe ser un espectáculo hermano! Pero no importa como llegues, lo importante es saber que no importa la hora, no debes permanecer en un cementerio mucho tiempo.

Los primeros días son increíbles, si moriste como yo después de una larga enfermedad te alegras de ver todo lo que esperabas no volver a ver nunca, acaricias a cada perro y mimas a cada gato, bueno eso es hasta que te das cuenta que los malditos perros ahora te odian y los gatos quieren comerte. Y no solo eso ha cambiado, ni pienses en volver a casa, no te creerías la reacción de mi esposa cuando aparecí en la habitación ¿de dónde diablos sacó una escopeta? ¡Arruinó mi mejor camisa! Bueno, en realidad mi única camisa, en ese entonces aún andaba como un mendigo yonki pero tú sabes a lo que me refiero.

Después de un tiempo encuentras un nuevo sentido a la vida, los trabajos para los subnormales que no podemos morir son muchos, desde extras de cine hasta grupos de prueba para nuevos discos de música pop, ya sabes lo fácil que esos causan muerte cerebral fulminante, no me creerías los discos que he escuchado amigo, es increíble que permitan jugar con esas cosas, es decir una vez la reacción fue tan rápida que los pobres idiotas que estaban conmigo no pudieron terminar de presentarse: “hola mi nombre es Dick, soy de Pensilvania y buah guaaaaaaallllleeeemmmm…”

Y bueno así lo llevas, si evitas el fuego, el agua y a los animales que disfrutan de la carne descompuesta, te gastas una fortuna en productos de limpieza industriales y en ropa ancha puedes vivir una vida bastante normal y si tienes suerte, hasta usar tu bombita de vez en cuando con una satánica demasiado borracha para tener estándares.

miércoles, 11 de abril de 2012

Emo Victoriano

Siento que la fiebre vuele a subirme por las venas y mi respiración es más difícil cada vez. Estos últimos días han sido espantosos, el dolor y los insectos que ya empiezan a anidar en mis heridas hacen del sueño una empresa imposible, entre las alucinaciones y las pesadillas que pululan mis instantes de descanso, la única constante es la imagen suya, es por eso mi señora, que me tomo el atrevimiento de escribirle esta carta esperando que la encuentre donde quiera que usted esté y me permita con ello descansar en paz, finalmente.

Le confieso que su mirada me perturba desde que era un crío, y usted me cuidaba en los paseos que hacía al río cada tarde de verano. Desde muy joven noté su extraño caminar y la maravillosa agilidad que demostraba aun en las tareas más sencillas, siempre fue asombroso verla correr tras las aves en las praderas de la hacienda del abuelo, perderse tras los bosques y volver con un ave en cada mano, aún hoy en día, escribiendo estas líneas pienso que todo pudo ser un sueño de juventud.

Lamentablemente mi tiempo es corto pues siento a la vieja parca asechándome cada vez con más premura, por eso me tomaré el atrevimiento de confesarle algo que nunca pensé siquiera mencionar en público pero que no me quiero llevarme cuando finalmente la recolectora aparezca a la cabecera de mi cama:

Una noche, cuando tenía 15 años y ya estaba prometido con la que después se convirtiera en mi esposa, me escapé del cuarto a través de la ventana para buscarle a usted, estaba decidido a confesarle que desde que me empecé a convertir en hombre, cada noche le perteneció a usted, que deliraba con sus límpidas manos y sus hombros descubiertos cuando lavaba la ropa, que la espiaba constantemente buscando la oportunidad de conocer el resto de su cuerpo y que cuando mi mirada se encontraba con la suya sentía que todo mi ser se tensaba y vibraba incontrolado.

La encontré cerca del valle del río, ausente, mirando el lejano horizonte con lo que sentí podía ser nostalgia y al tratar de avanzar, descubrí con horror que mi cuerpo no me respondía, me había petrificado al borde del claro, amparado por la sombra del gran abeto que era más viejo que la vida misma, así que sin más remedio me quedé ahí, observándola y haciéndola mía con la mente, le confieso que soñé con usted ahí parado, soñé que le confesaba mi amor y partíamos juntos río abajo hasta un lugar donde yo trabajaría todos los días y llegaría a casa y la vería ahí, esperándome.

Desperté de mi ensueño muchas horas después, cuando ya la luna estaba alta en el firmamento y las luces de la hacienda iluminaban levemente el paisaje alrededor, volví a mi cama y seguí soñando con usted, como lo hago cada día hasta hoy.
Es por eso que al enterarme de su muerte un par de años después, entré en pánico. Mi vida se volvió un infierno y cada día se convirtió en un tormento. Finalmente, la locura, el pesar, la vergüenza y el deseo pudieron más que mi razón y una noche en la que desperté sudando y gritando decidí hacer lo impensable: profanaría la más sagrada creación del altísimo y bajaría a los infiernos mismos de ser necesario si eso me traía de vuelta su mirada. Vendería mi alma al diablo como lo había hecho mi abuelo.

Siento los delgados dedos de la muerte recorriéndome el cuerpo mi señora, usted sabe cómo termina todo, mi confesión está hecha para usted que todo lo sabe pues se lo conté en esas largas noches que pasamos juntos en el laboratorio que improvisé en la vieja cueva de la montaña, usted sabe como probé cada método descrito en el diario de mi abuelo y como cada uno falló rompiéndome el corazón en mil pedazos, también sabe como desesperado por la descomposición que presentaba su cuerpo empecé a reemplazarle partes con miembros de las mujeres que capturaba en las cercanías, ahhhh mi señora el sacrificio fue mucho pero cuando finalmente abrió los ojos, era usted la que me miraba, a pesar que esa no fuese su cara, que esas no fuesen sus manos, o que la voz con la que fritaba no fuera la suya. Por eso cuando corrió hacia mí, abrí los brazos, sentir su toque era todo lo que necesitaba y sabía que usted quería lo mismo, sus gritos eran música de ángeles en mis oídos y el sonido de mi carne desgarrándose y mis huesos rompiéndose eran el sonar de las campanas que abren las puertas del cielo.