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miércoles, 25 de enero de 2012

Pincel escarlata II

No, jamás. Siempre pensé que sería al menos con algo de glamour. Bien vestido, un traje, ¿quién sabe? Una corbatin escarlata adornando un smoking. Miro hacia abajo y me mareo, siento nauseas pero no tengo ninguna fuerza como para intentar traer un vómito desde mi estómago hasta mi boca, seguramente se saldría a la mitad del camino por ese nuevo hueco del estilógrafo en el que me he convertido.

Aún tengo la discusión interna. Creo que no, pero a la vez creo que quedarme quieto y esperar que todo se desvanezca no es una opción. Tal vez alguien podría verme, qiuzás alguien a lo lejos podría gritar ¡un médico! ¡necesita un médico! ¿quién sabe? Podría ser una enfermera atractiva. Me gustaría ver unos ojos lindos por última vez, o unas tetas, ¿por qué no? Pero ahora lo veo, se quedan quietos, inmóviles, susurrando, aterrados porque saben que bien podrían ser ellos mismos los que estuvieran aquí repartiendose a sí mismos en un sólo fluido que ahora llena las grietas del suelo.

¡Tengo derecho a hacerlo! Al menos ese recuerdo me da algo de sosiego. ¿Quién carajos te crees para creer cómo me siento respecto a mi relación con ella? Esta bien, sé que no fui el mejor, pero tampoco el peor. Uno de cada dos fines de semana hacía lo posible por arrancarle una sonrisa. “Pequeño”, así me decía. Un abrazo, con un abrazo bastaría. Así no tendría este temor de hundirme en una profunda pesadilla eterna. Ella me tranquilizaría. “No te preocupes”, diría, “estoy aquí contigo”.

Te equivocas, al menos esta vez no atinas. Me importa un carajo no haberme inmolado por una gran causa. Me limpio el culo con todo y todos. Hice más o menos lo que quise. Nunca me importó pelear por los otros, cada quien tiene que abrir su camino ¿entiendes? ¿lo que piensen? Si no meimportó nunca, ¿crees que podría importarme ahora? Estallaría en una carcajada si no supiera que con eso aceleraría todo esto y no podríamos terminar la conversación. ¿Mi velorio? Si me preguntan, pueden cancelarlo.

Sí. Siento como si estuviera viendo a través de una capa de leche mezclada con agua. Unas ondas que suben y bajan y no me dejan concentrar en lo que hay al otro lado. Tres calles dejo atrás. El otro debe hacer dejado media ciudad tras de sí, la tracción de una moto es mucho más útíl que estas piernas débiles. De rodillas todo se ve mejor. Una última mirada, un perro en la esquina mirando con una calma impensable. Ni un sólo ladrido. ¿Un minuto de silencio? Ni pensar en agradecercelo. El asfalto bajo mi mirada, la cabeza suelta. Ganas de llorar o de reir. Ya no entiendo mis propias sensaciones. Sólo un frío que se apodera.

Quiero una frazada. Deja de parlotear y traeme una. Estoy cansado. Ya nada importa. Anhelo una tibieza perdida. Mi cuna, la cama de mi adolescencia, la de aquel hotel de pueblo, la cama de él, la cama de mis padres, el vientre de mi madre. ¿Cómo podría estar listo? ¿Has intentado tomar una siesta en un andén? ¿y un sueño de mil años?

Shhhhht. No más ruido. Pronto partiré. Sólo esperame un rato. Debo hacer algo primero.

Everlong

Todo pasó tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar. En un segundo estaba riendo perdido en sus ojos azules y el siguiente rodaba tratando de aferrarme a algo entre la nieve y los árboles secos.

Cuando recuperé el conocimiento tenía la respiración agitada y un zumbido constante en los oídos, el dolor me despertó del todo y pude ver un hueso que se asomaba por mi pierna a través de la ropa de esquiar, como una estalagmita roja que veía el sol por primera vez.

La colina en la que desperté era un trecho marcado “solo para expertos” en las guías de sky, Donna y yo lo habíamos atravesado de extremo a extremo miles de veces pues estaba muy cerca de la cabaña de su padre, en la que solíamos pasar vacaciones cuando éramos solo estudiantes, muchas veces nos habíamos burlado de los turistas que se aventuraban por esa ruta sin saber en realidad esquiar y terminaban tocando la puerta de la cabaña con raspaduras, luxaciones y esguinces, su padre inclusive tenía una línea directa con la estación de rescate para esos casos.

Ese día dejamos la madera ardiendo en la chimenea y nos aventuramos fuera para hacer el amor entre la nieve, decidimos subir hasta la cima en la moto de nieve y refugiarnos en una pequeña caverna que habíamos descubierto el año pasado, yo llevaba en el bolsillo más seguro del anorak un anillo que estaba seguro ella aceptaría.

A pesar del olor a gasolina, el viento que soplaba desde la cima de la montaña me impedía ver a más de 2 metros y el zumbido me impedía escuchar hasta mis propios gritos, la tormenta de la que hablaban en la radio estallaba en todas direcciones, convirtiéndolo todo en una pared de cristales que golpeaban mi cara descubierta y se colaban como agujas por los agujeros de mi anorak. Yo caminaba casi arrastrándome sin saber qué hacer, el dolor en mi pierna era punzante y se empezaba a expandir por todo mi costado, llegando hasta mi nuca.

Subimos por 20 minutos, ella había metido sus manos bajo mi chaqueta y jugaba con los vellos de mi pecho, cada tanto sus manos bajaban un poco más y yo respondía con un movimiento brusco de la dirección para asustarla, entonces ambos reíamos y el juego volvía a empezar.

Fue ella la que me encontró a mí, su mano se aferró suavemente a mi bota y pude ver su chaqueta brillante enterrada en el túmulo que formaba un árbol caído. La sangre brotaba de su nariz, su boca y al salir de sus ojos se mezclaba con las lágrimas que se congelaban en sus mejillas, estalactitas rojas que se asomaban por su cuello y que complementaban las mías.

En una parte especialmente plana de la cima, justo donde debíamos girar para evitar la parte más empinada de la colina, ella se levanto en su parte del asiento aferrándose de mis hombros con las manos, pasó una pierna sobre mí y entonces la otra y se sentó en el tanque de combustible mirándome fijamente como solo ella sabía hacerlo, desnudándome mientras me cubría, descubriendo en mí partes que yo no conocía, yo no podía mantener esa mirada sin sentir que las lágrimas brotaban de mis ojos, entonces me besó.

Nos arrastramos empujándonos el uno al otro hacia abajo, la única dirección posible, yo sentía su respiración angustiosa y escuchaba el silbido de su aliento, cada paso nos acercaba a la cabaña pero la alejaba de mí, cuando finalmente vimos el humo de la chimenea que habíamos dejado encendida sentí su mano suave y fría en mi cara y giré la cabeza para encontrarme su mirada que me buscaba entre la nieve y la capucha de la chaqueta.

Acercó su boca a la mía, me dio un beso que me supo a sangre y, como lo habíamos prometido una vez después de hacer el amor, exhaló por última vez para que yo la respirara y la mantuviera dentro.


miércoles, 18 de enero de 2012

Entendiendo a los Capuleto o por qué "amar" se dice de pocas formas.

La cultura popular está plagada de historias de amores frustrados. La malvada hermana de Mr. Darcy se opone a su amor con Elizabeth Bennet porque la considera indeseable, poca cosa que no llega a la altura de su hermano. Los Capuleto consideran que Romeo no es una pareja idónea para su Julieta, ¿cómo un Montesco podría serlo? Las lecturas oficiales de tales personajes nos los han mostrado como seres, en el mejor de los casos, envidiosos, o en el peor de los casos, malvados. ¿Qué razón tendría alguien de interponerse en el amor puro entre una pareja de amantes? Un reciente estudio en psicología y filosofía experimental brinda una manera de comprender, y tal vez justificar, tales consideraciones sobre el amor.

¿Cuándo decimos que alguien está enamorado? Una manera tradicional de pensar al respecto es tomar a los estados de enamoramiento de la misma manera en la que se toman otros estados mentales. Se examina la conducta de un sujeto y a partir de ella se le atribuyen ciertos pensamientos que explican su conducta: si al salir por la calle vemos a una doña sacar una sombrilla nos sentimos justificados en pensar que ella cree que pronto lloverá. Tal atribución, aunque inconcientemente, se considera una descripción de lo que sucede dentro de su mente.

Del mismo modo, cuando escuchamos a María decir que piensa mucho en otra persona, cuando vemos que espera sus llamadas telefónicas o un correo electrónico, cuando sabemos que hace grandes esfuerzos para estar cerca, podemos pensar que María está enamorada. Así, parece que nuestras atribuciones de enamoramiento, es decir, cuando pensamos que María está enamorada de alguien, lo que hacemos es una descripción de aquello que sucede en su mundo interior.

Sin embargo, tal cosa no es cierta. Recientes estudios realizados por Jonathan Phillips, Luke Misenheimer y Joshua Knobe, de la Universidad de Yale, muestran que nuestras consideraciones acerca del amor son distintas. La “teoría” del amor que todos compartimos, quizás sin saberlo, hace que no hagamos una mera descripción cuando decimos que alguien está enamorado. En la jerga de los filósofos diremos que el concepto de amor es normativo y no descriptivo. Esto significa que al juzgar si algo es amor o no evaluamos la situación de acuerdo a algunos valores y a partir de ahí lo decidimos. Algo similar ocurre con nuestro concepto de bueno y malo. Al presenciar a un hombre pateando un perro en la calle, evaluamos lo ocurrido de acuerdo a nuestros estándares de bondad y maldad para luego hacer un juicio al respecto.

Los investigadores procedieron así: a un grupo de participantes se les relató el caso de dos personajes imaginarios, Susan y su novio. Susan nunca había estado tan atraída por otro hombre y no puede imaginarse compartiendo su vida con nadie más. Luego dividieron a los participantes en dos grupos y a cada uno de ellos se les hizo una descripción diferente del novio. A un grupo se le dijo que era un buen tipo: merece ser amado, es considerado y amable, incluso merece el deseo de Susan, es físicamente atractivo. Al otro grupo se le dijo que era un mal tipo: no merece su amor, es cruel e irresponsable, e incluso no merece el deseo de Susan, huele mal y le faltan varios dientes.

Ahora bien, a cada grupo de participantes se les pidió que dijeran qué tan de acuerdo estaban con una afirmación: “Susan está experimentando amor hacia su novio” o “Susan está experimentando lujuria hacia su novio”. Los resultados son por lo menos sorprendentes: los participantes consideraron que en el caso del buen tipo, Susan estaba realmente enamorada, mientras que en el caso del mal tipo, consideraron que en verdad Susan no estaba enamorada. En el caso de la atribución de lujuria no hubo diferencias, todos los participantes señalaron que Susan seguramente sentía lujuria por su novio.

Cuando pensamos que alguien sólo siente pasión, deseo o lujuria, hacemos una descripción de lo que creemos que pasa por la mente, y el cuerpo, de aquella persona. Pero en el caso del amor, evaluamos la situación, imponemos un estándar acerca del tipo de persona que puede merecer ser amado y a partir de eso decidimos si lo que siente alguien es verdadero amor u otra cosa. Basta recordar cuántas veces hemos tildado sólo de “costumbre” o de “dependencia” los sentimientos que alguien tiene hacia otro.

¿Cómo culpar a los Capuleto, a la hermana de Mr. Darcy, y a todos aquellos que se oponen a la realización de un amor si ahora sabemos que ellos mismos no consideraban que allí había amor verdadero en virtud de la descalificación que hacían de uno de los amantes? Peor aún, ¿cómo atrevernos a juzgar que algo es o no es amor verdadero? Quizás la culpa de todo este enredo lo tengan los medievales y la concepción que les heredamos del amor cortesano. De ahí proviene toda la idea romántica del noble caballero de blanca armadura, valores impolutos y coraje heroico, que siguiendo su destino encuentra su media naranja y luchando contra toda adversidad le apuesta todo a terminar, con su pareja, felices y comiendo perdices.

Claro, en estos tiempos (pos)modernos no esperamos que las medias naranjas de las personas tengan los mismos valores de los personajes de gestas medievales, pero sí nos quedamos con la idea que el amor es un sentimiento que debe regirse por valores absolutos y por eso no dudamos en extrapolar los nuestros hacia los sentimientos de los demás.

La cuestión que se pone sobre la mesa es la siguiente: ¿qué estándar es el que usamos para pensar que alguien está enamorado o no? Sin duda tales parámetros dependen de cada quien, de sus experiencias y de su propia historia, y por tanto son subjetivos. Así, ¿vale la pena juzgar el enamoramiento de alguien bajo nuestros propios criterios? Tal vez no. Alguna vez escuché a Alberto Comesaña, el vocalista de aquel grupo español de pop noventero Amistades Peligrosas, decir que todos los consejos estaban plagados de nostalgia. ¿Cómo aconsejar a alguien acerca de lo que siente si tenemos un sesgo psicológico en la manera en la que consideramos los sentimientos de los demás?

Los surcos por los que se mueven nuestros pensamientos suelen ser algo rígidos. Pero ser concientes de ellos nos permite, si bien no moldearlos a nuestra voluntad, evaluarlos críticamente. Cada vez que usted piense que su amiga en verdad no está enamorada de un fulano, piénselo dos veces. Quizás sí lo esté, pero esa persona no representa lo que usted considera que debe ser alguien que merezca ser amado. ¿Quién es usted para juzgarla?

Los Indignados

La palabra está de moda: si me suben la matrícula me indigno, si suben el pasaje me indigno, si a un político ladrón lo condenan a 3 meses de casa por cárcel me indigno, si una película mala de drogas y bala se llama La Colombiana me indigno, si sube la gasolina me indigno, si a un paraco lo condenan a 2 años en la guandoca me indigno, si los niños se mueren de hambre en Chocó me indigno, si cancelan el concierto de David Guetta me indigno, si el gobierno le regala dinero a los banqueros adivinen…¡me indigno!

Con las redes sociales y la interconexión total al pulsar de un botón, un nuevo tipo de ciudadano se ha creado: El Indignado.

El Indignado en un personaje peculiar: sí bien claramente tiene algún tipo de conciencia social y es capaz de vencer la apatía, haciendo cosas como cambiar su foto de perfil, hacer un comentario en su muro de Facebook, ponerle un lasito a su foto en Twitter, republicar una cadena de BlackBerry o, en casos extremos, levantarse para caminar en una marcha (siempre y cuando sea en horario laboral o consiga parche para ir el sábado), la verdad es que nunca se sabe qué causa indignará al Indignado. Su visión del mundo la guían MTV, Martín de Francisco, Pirry, la sección de farándula de RCN, Julio Sánchez Cristo y los Trending Topics de Twitter.

Es por eso que la indignación se mueve como las modas, hoy me indignan los toreros, mañana me indigna la ley que prohíbe el aborto, pasado mañana me indignará lo malo que es el nuevo álbum de Goldfrapp, pero nunca me indignarán las 3 cosas al mismo tiempo y nunca me indignará de nuevo algo que ya me indignó. Los Indignados colombianos son gente llena de opiniones de 3 renglones aprendidas en los muros de los amigos y en las notas de 2 minutos de los noticieros, es por eso que solo pueden sostener una conversación como se sostiene una pancarta: moviendo la misma frase para los lados tratando de que diga algo distinto a lo que está escrito sin cambiar el mensaje realmente pues en la era digital no hay tiempo para formarse una opinión informada, para leer con cuidado entre líneas y descubrir la manipulación a la que nos someten los grupos mediáticos para hacernos defender sus intereses y mucho menos hay tiempo para que pensemos por un momento fuera de la caja en la que nos han metido y entendamos lo verdaderamente importante.

No ayuda para nada que los medios masivos de medio pelo en los que basamos nuestra visión del mundo hayan convertido la protesta es una manifestación de cultura pop, tan efímera y sesgada como el Concurso Nacional de la Belleza. Así, el indignado Puede gritar iracundo porque la corporación Festival de Teatro se gastó 4 millones con un chamán para que no lloviera el día de la clausura del mundial pero no le importa que se hayan perdido 1800 millones de pesos en esa misma clausura, se arranca el pelo llorando por la matanza de los tiburones de Malpelo por pescadores ilegales, pero cuando la noticia cambia y hablan del niño mongólico que mató en un falso positivo el Ejercito Nacional, pone MTV.

Pero peor aun, Los Indignados creen que con su indignación solucionan algo, creen que después de joder un día completo o una semana completa con un asunto tan serio como la devastación que la pesca furtiva causa en Malpelo, ya no deben preocuparse por los miles de pescadores costarricenses que todos los días invaden el parque natural y acaban con todo lo que se mueva, como una plaga de insectos o de ñoños en un buffet, todo porque ellos ya hicieron su parte, los indignados tienen memoria de pez dorado y conciencia social de estrella de reality.

Al final después de toda esta carreta, resulta que Los Indignados somos todos y no es ninguno, porque entre la publicada de nuevos álbumes con fotos de las marchas en Facebook, la taggeada de todos los amigos, responderle los comentarios a todos los indignados que no pudieron asistir porque estaban haciendo algo más importante, comentar apasionadamente en las fotos de los que sí fueron, la actualizada del estatus de Twitter, la subida de foticos con filtros hipster a Flkr y todo lo demás que hay que hacer para que todo el mundo se dé cuenta de lo indignados que estamos, no hay tiempo para fiscalizar el gasto de los recursos públicos, denunciar de verdad a los que sabemos que roban descaradamente, hacer presión para que la Fuerza Naval proteja Malpelo; ni donar comida, sangre, dinero o ropa a las ONG que le salvan la vida a los famélicos chocoanos.

miércoles, 4 de enero de 2012

Segundos como Diamantes

Snow se levantó de la cama y empezó a recoger su ropa que estaba esparcida por toda la habitación. Aun sin verlo podía oír a Frank aspirar y expulsar el humo de su cigarrillo lentamente, también podía escucharlo moverse entre las sábanas gracias a que la cama vintage no paraba de quejarse. Ella sabía que no habían terminado y que él en cualquier momento querría empezar de nuevo, por eso a pesar de haberlos encontrado, aun tenía sus pantis en la mano mientras buscaba la falda que no aparecía por ningún lado.

Mudo tenía poco tiempo, el encuentro debía estar por terminar y la ventana para alcanzar al objetivo estaba por cerrarse, la maleta pesaba mucho más de lo que podía cargar sin perder velocidad y aun le faltaban 5 pisos para llegar al punto donde su estado cambiaba a activo, era indispensable cubrir esos 50 escalones en menos de 7 minutos o su acceso sería imposible y todo recaería en Tímido, quien solía fallar bajo presión.

Cuando Gruñón sintió el martillo de su arma accionarse y no escuchó la explosión o el fogonazo de una bala al salir por el cañón, supo que su suerte se había terminado. Se agachó para cubrirse con lo que quedaba de la camioneta en la que debía recoger a Snow dentro de 10 minutos mientras las balas volaban por todas partes, rompiendo por igual asfalto, concreto, polímeros de construcción y otros vehículos, lo que llenaba el parqueadero subterráneo de humo y polvo. Gruñón escucho unos pasos pesados sobre las explosiones y supo que aun sin suerte, tenía una oportunidad.

El horizonte era infinito, Dormilón flotaba arrastrado por las corrientes de su mente en un espacio que no era espacio, un vacío que estaba lleno de todas las cosas y donde el tiempo era solo una ilusión. Flotaba sin rumbo, pero sabiendo exactamente a dónde se dirigía, esta realidad se deformaba y rehacía a cada instante para acomodarse a lo que él era capaz de entender, por eso a veces iba por el cañón de un río caudaloso y al instante siguiente navegaba a velocidades casi lumínicas por una autopista infinita. El pensamiento se detuvo, se enfocó, creó paradigmas para encerrar lo que dormilón percibía con sentidos que aún no tenían nombre y le mostró un bosque oscuro de árboles gigantescos que se movían con vida propia, Dormilón supo que ese era el camino y convirtiéndose en un gato montés avanzó rápidamente hacía allá.

Algo había salido mal. Snow empezó a preparar un plan de emergencia, aquel florero era muy endeble para romper la cabeza de Frank, el cuchillo no sería suficiente contra los guardaespaldas que esperaban afuera y los observadores se asegurarían que tan siquiera una mirada desenfocada le tostara el cerebro. Frank la llamó, su tono dejaba notar que él sabía tan bien como ella que sería su juguete por un par de horas más, Snow se dio la vuela y soltó sus tacones mientras apretaba su panti en el puño.

El indicador marcaba -24 segundos cuando Mudo atravesó la ventana de Plexiglass grado 5 con un estruendo de fuego automático y el peso de su cuerpo, los guardaespaldas, bien entrenados, dispararon antes de que él tocara el piso, haciendo pensar a Mudo que, como los pedazos de carne que veía desprenderse de su cuerpo lentamente, el plan volaba por los aires. En ese momento el elevador llegaba al piso 543 de la Torre Empire y Tímido aparecía volviendo el pasillo en un infierno de fuego con su Gatling AP245 de uso exclusivo de las fuerzas especiales. El primer guardaespaldas recibió de lleno la descarga convirtiéndose en polvo rosado al paso de la ráfaga de esporas carnívoras mientras el segundo se ponía a cubierto gracias a sus reflejos que en este momento le permitían reaccionar casi al doble de la velocidad que cualquier ser vivo podría alcanzar.

Snow estaba sentada sobre Jack quien la sujetaba con más fuerza tras cada embate, la explosión lo hizo abrir los ojos justo en el momento que ella sujetaba el cuchillo cerca de su garganta, Jack era un hombre recio y bien entrenado, que había sobrevivido a situaciones más difíciles que esta, así que podría haber desarmado a Snow y hasta haberla matado con su propio cuchillo fácilmente si del amuleto que llevaba al cuello y que según su costosísimo asesor mágico, debía protegerlo de todo lo que sucedía en el otro plano, no acabara de surgir una llama blancuzca que le estaba cocinando las entrañas.

Snow hundió el cuchillo lentamente haciéndolo doler más de lo necesario, sabía que el dolor del hechizo proyectado a través del amuleto era peor, pero era así como ella se despedía de todas las personas a quienes amaba, después de todo Frank había sido su esposo por los últimos 2 años.

El nuevo auto hizo sonreír a Gruñón, la suerte y la mala puntería de la banda del parqueadero lo habían salvado de casi todas las balas, y la sangre de lavaba fácilmente. Sonrió de nuevo al pensar en la cara que haría Snow cuando le mostrara los nuevos ojos que añadiría a su colección, con esta última cosecha completaría 200 pares. Pisó el acelerador y se dirigió a la Torre Empire.

Andalión

Golpeó cinco veces la puerta y salí. Estaba ahí afuera emparamada, el sombrero mojado y unos goterones de agua muy largos chorreándole por la cara. Dijo algo a pesar de que su voz se ahogaba en el ruido de los tres mares que caían encima de nosotros.
-Sí, claro. Pase.
Entró como si no pasara nada. Se sentía incómoda y miraba todo con extrañeza.
- ¿Quiere algo caliente? ¿Un café? ¿Un chocolate?
- Un te estaría perfecto.
- Lo siento, no tengo.
- Un café, entonces.
- Siéntate, ya lo traigo.
Fui a la cocina sin mucho afán, esa manera desvergonzada de haber pedido algo que no había ofrecido me había molestado un poco, aunque no tanto como para desmotivar mi generosidad. Puse la cafetera a trabajar y regresé a la sala. Estaba vacía. Miré alrededor y vi un rastro de agua que evidenciaba su movimiento sobre la alfombra hasta el fondo del lugar y se perdía bajo la puerta del baño. Me tranquilicé. Respiré hondo y me senté.
- Disculpe no haberme presentado, soy Andalión.
- Qué nombre tan particular y poco femenino. Dije sin pensar mucho.
- Lo mismo le llevo diciendo a mi padre toda la vida.
La cafetera hizo un pitido de auxilio así que me paré y fui a la cocina.
- No eres de esta galaxia. Afirmé mientras le entregaba la taza.
- Cierto, pero ya nadie es de aquí.
- ¿Qué quieres decir con “aquí” cuando vives en una dimensión cómo la nuestra?
- Ya sabes, la Familia Planetaria. Ahora mismo no tenemos un aquí, pero sí tenemos un dónde. No es como si fueras una partícula no ubicable espacialmente.
- ¿Y viniste en medio de la lluvia para darme una clase de física planetaria?
- No, sólo vine para escampar.
Sonreí al verla hablar con tanta solemnidad acerca de un tema tan trivial. Andalión ya se había sentado, emparamando el sillón que le había ofrecido. Con una mano en su cabeza y otra en la taza de café parecía divertida con mi cara de sorpresa.
- De cualquier manera, no eres de los alrededores. Dije con énfasis al final.
- Qué suspicaz.
- Hace muchos años no veía un traje como esos, desde el tiempo en que mi padre comerciaba en los asteroides-más-allá-del-exterior.
- Tampoco soy de allá, los asteroides no son un lugar para alguien como yo. Estos ropajes me los regaló un amante.
Pasé saliva lentamente y por un momento consideré a Andalión como una posible pareja de cópula. Pero rápidamente descarte tal escenario, las espinas dorsales resultan muy incómodas para mi gusto. Aunque alguna vez escuché que podrían tener alguna funcionalidad bizarra.
- Entonces vienes a mi hogar, te cubres con mi techo, te sientas en mi silla y ¿aún así no me dirás de dónde eres?
- ¿No eres tú quien comenzó a relativizar el espacio? Tal vez podrías cambiar tu pregunta.
- Ahora no esperarás que mire con cara de sorpresa y diga: “Lo entiendo, la pregunta correcta es ¿De cuándo eres?” para que tú me respondas que eres del futuro y vienes con una misión secreta.
Andalión estalló en una sonora carcajada. Se sorbió el último sorbo de la taza de café y la dejó en la mesa.
- Tienes un delicioso sentido del humor.
- Eso dicen.
- Sin embargo, te acercas al quid. La pregunta no es “¿Dónde?” ni “¿Cuándo?”
- ¿Entonces? Debo preguntarte: “Andalión, ¿cómo vienes?”
- Hazlo, prueba.
- ¿Cómo vienes?
- Empapada, ¿no lo ves?
Volvió a estallar de la risa, mientras cruzaba la pierna con cara de no querer irse jamás.